Me pican los ojos mirando a Cataluña

OPINIÓN

10 dic 2016 . Actualizado a las 09:13 h.

Mariano Rajoy no es presidente porque vascos y catalanes hayan apreciado -repentinamente- sus dotes negociadoras, sino porque los votos de muchos españoles hicieron imposible el bloqueo que Sánchez quiso perpetrar con la entusiasta ayuda de independentistas y populistas. Si el PP saca adelante esta legislatura tampoco será porque el PNV se haya reconvertido al patriotismo, ni porque Puigdemont deje de actuar como un niño travieso y desleal, sino porque tiene detrás el apoyo de Ciudadanos y la recobrada cultura de Estado de los socialistas. Todo lo demás es engaño y cortoplacismo, y, si Rajoy cae en ello -¡Dios nos libre!-, se labrará su ruina.

Por eso -y porque el que avisa no es traidor- quiero llamar la atención sobre el tufo a déjà vu que desprenden los flirteos con el PNV y la comprensión gratuita y estéril con la Generalitat. Porque es muy duro haber apostado por un Gobierno razonable, patriótico y afecto a la legalidad y a la UE, para acabar contentando a los de siempre y pasándole la factura a los más leales. Las cosas, creo, van por ahí. Aunque, si al final me equivoco, entonaré el mea culpa.

El problema de Cataluña, que tiene poco que ver con su pueblo, se deriva de una estrategia de sus élites políticas y económicas que, por estar urdida desde la Generalitat, sin cuyo concurso no sería posible, es completamente desleal y delictiva. Lo que hace imposible la solución del contencioso catalán es que las representaciones del Estado en dicha comunidad, y buena parte de sus instituciones, hayan apostado por el colapso constitucional, el incumplimiento de la ley y la deslealtad al proyecto democrático común español y europeo, y que, sobre tan nauseabunda base, hayan planteado un colosal chantaje al Estado que siempre se traduce en pasta gansa -¡nunca mejor dicho!- y en un empoderamiento autoritario, desequilibrado e insaciable de sus élites políticas. Y si, para solucionar tan atrabiliario órdago, se vuelve a retribuir al revoltoso, dándole más leña para futuras hogueras, maldito debe ser, para la historia, quien a tan estéril villanía se preste.

Lo de los vascos, aunque algo distinto, tiene parecidos andares. Porque no es comprensible que, antes de resolver la financiación autonómica, se hable ya de una nueva liquidación del cupo que pase la sobrefinanciación de Euskadi del 160 al 180 %, que se les garantice la prioridad de un AVE contra el que lucharon (sic) con todas las armas, y que se les agradezca con laudatios y prebendas el favor que quieren hacerse a sí mismos. Los hechos pueden no ser así, pero las sensaciones hacen temer una gravísima perspectiva. Y no solo porque Roma, esta vez, le pague a los traidores, sino porque está demostrado que por esta vía solo se acumula combustible para unos conflictos futuros, que ya están esperando su puñetera oportunidad.