La otra mayoría absoluta de Rajoy

OPINIÓN

09 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Si hubiese tenido que nominarse en España una persona del año 2016, Rajoy llevaría la mayoría de las papeletas; ha habido un cierto consenso entre las opiniones publicadas. Cualquiera que sea la apreciación, el hecho es que sigue siendo presidente del Gobierno. No ha sido una sorpresa para esta columna desde la que se respaldó su no aceptación, tan criticada, del primer ofrecimiento del rey, aunque conllevó un riesgo que salvó la decisión de Podemos de no abstenerse en la investidura de Sánchez apoyado por Rivera. Las nuevas elecciones supusieron un cambio suficiente para que Rajoy aceptara, sin dudarlo, ser candidato. La solución pasaba por una reacción interna del PSOE, con la que Rajoy contó, por olfato político o información, en la que se insistió también aquí, aunque sucedió in extremis. También se respaldó que no cayera en la tentación sugerida por politólogos de convocar elecciones con la pretensión de mejorar los resultados y presidir un Gobierno que aliviara las dificultades actuales de pactar. Superó todos los obstáculos que se encontró en su carrera para mantenerse en la Moncloa y con ello ha fortalecido un liderazgo indiscutido en el PP.

El panorama es muy distinto en otros partidos. La decisiva sesión del comité federal del PSOE fue traumática. Existe una división interna cuya profundidad está por ver. No solo ha de elegirse una persona como titular de la secretaría general, sino también llevar a cabo su autodefinición en el nuevo marco político que ha supuesto la entrada de Podemos. Necesita un tiempo, que es lo que los transitorios responsables defienden, con razón. En Podemos existe una pugna entre Iglesias y Errejón, un culebrón televisivo sobre poder y estrategia. Iniciativas como la de Colau para constituir un partido y las resistencias de las mareas no son muestra de estabilidad. Tampoco las aguas bajan tranquilas en C’s, con un sector crítico sobre el liderazgo, el funcionamiento interno y la definición ideológica. Como partido de ámbito nacional, tiene un futuro incierto. Su pretendida centralidad ambivalente es cubierta en unos casos por el actual PP y por el PSOE en otros.

La mayoría de Rajoy en el PP es absoluta. La ha alcanzado de un modo que parece tan natural como el sucederse de las estaciones. Sus posibles competidores han ido desapareciendo sin que fuesen empujados. Incluso Aznar, su patrocinador, ha dado un portazo inoportuno y poco elegante. De la pretendida sucesión ha dejado de hablarse. No tiene que estar sujeta a equilibrios internos a los que puedan achacarse decisiones o inhibiciones criticables, como ha podido ocurrir en la anterior legislatura. La responsabilidad es el contrapeso. Si ha llegado adonde está se debe, en parte no despreciable, a votantes que han antepuesto el interés general a sus discrepancias con el PP en una circunstancia excepcional. Consistiría una arrogancia dar por descontada esa disposición en el futuro. No puede convertirse en normal una situación de emergencia.