Adivina adivinanza

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

22 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A los humanos nos apasiona jugar a predecir el futuro. Por eso siempre ha habido un montón de gente dedicada a estos menesteres desde los tiempos más pretéritos de nuestra historia. Los humanos surfeamos en el lenguaje y este nos lleva a conjugar el futuro y poder proyectarnos en él. Allá -en el futuro- están nuestras mejores expectativas, anhelos, esperanzas y deseos, pero también nuestras más pavorosas incertidumbres. Es normal que queramos salir de dudas a través de un adivino.

Es evidente que al resto de las criaturas no les causa desazón estas diatribas existenciales de una noche de invierno porque sencillamente no hablan, no saben lo que es el futuro ni saben que habrá más inviernos.

La cuestión es saber cuál de los dos mundos es el real: el que permite jugar y atormentarse con las fantasías del lenguaje o el que te ancla en un presente continuo.

Me temo que esta es una cuestión que aún espera una explicación convincente que no sea la religiosa. El ser humano ha desarrollado todo tipo de técnicas adivinatorias, desde los huesos de taba, al café, las nubes, las cartas, los marcadores de enfermedad, los sacrificios de animales...

Todo ello interpretado por un chamán, mago, bruja, curandero o científico que tiene que tener ciertos requisitos curriculares para ejercer con eficacia el oficio.

Dicen que los psiquiatras somos unos médicos que tienen miedo a la sangre y adivinan el pasado. Dicen que los economistas predicen el futuro cuando ya ha pasado, dicen que nadie vuelve del futuro salvo en las películas y que al final, Dios o el destino, disponen a su manera te guste o no. Cada época ha desarrollado sus técnicas específicas para adivinar el futuro en base a sus creencias y conocimientos, primero animistas y científicos después.

En estas estaba cuando descubrí a un psicólogo y antropólogo americano de origen ruso, Peter Turchin, que acaba de publicar un libro en el que utiliza la última tecnología para predecir el futuro.

La idea se basa en el tratamiento matemático de colosales cantidades de información o Big Data, con los que asegura poder predecir la historia: aniquilación de la clase media, aumento de la desigualdad, el cambio climático, Trump, Brexit, Putin, yihadismo, Chinaboom y billones de datos más. Aplicando su modelo concluye que en EEUU -y por extension el mundo- el momento de mayor inestabilidad social y violencia política se dará en el 2020. Para Turchin todas las infinitas variables que procesa están conectadas y se influyen entre sí -algo sabido desde la Teoría General de Sistemas- pero va más allá desarrollando un algoritmo capaz de predecir hacia dónde va todo en conjunto, es decir, todo el sistema. Inquietante predicción.