Pereza

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

29 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Empieza a ser difícil recordar qué tipo de reacción provocaban aquellos chicos que aparecieron cuando todo se desmoronaba. Creo que tenía que ver con el descaro, con esa actitud tan seductora que pasa por no pedir permiso. Lo normal es llevar dentro un censor que nos mantiene atados al lugar que se espera que ocupemos. En general la gente tiende a aceptar esa norma aunque no haya nada firme que nos impida actuar de otra manera. Algunas personas lo hacen. Se relacionan sin respetar la convención y provocan un efecto inesperado, porque lejos de desatar el caos suelen acaparar un tipo de liderazgo irresistible sustentado en la insolencia.

Ellos eran insolentes, con una desvergüenza capaz de engatusar a quienes formaban parte del problema. Oscar Wilde hubiera aprobado aquel descaro que demostraba, como él señaló, que es la personalidad y no los principios lo que mueve los tiempos. Más que una ideología, Podemos era un temperamento, un carácter que conectó con el ánimo de una sociedad hastiada. Había en su puesta en escena mucha impostura pero no más que en quienes nos habían llevado hasta allí. Había que ver las caras de quienes recibieron a Pablo Iglesias en el campus de A Coruña en diciembre del 2015, aquellas colas sin fin que tenían perplejos a los políticos de siempre, convertidos ahora en vejestorios chochos sin nada que ofrecer. Miles de chavales miraban aquel día a Pablo con la devoción que solo es capaz de inspirar quien se salta una norma odiosa. Es increíble que solo haya pasado un año. Que aquella insolencia se haya transformado tan pronto en vulgaridad. Que quienes reclamaban el triunfo de lo nuevo mantengan hoy debates tan gastados. Que el asalto a los cielos haya acabado en un desguace. Que se hayan vuelto aburridos y previsibles. Que provoquen la misma pereza ya conocida aunque los tiempos sigan siendo tan oscuros.