Papel

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

05 feb 2017 . Actualizado a las 08:57 h.

Las noches electorales tenían una textura emocionante para el periodista que empezaba. La tecnología avanzaba a buen ritmo y aunque ya había desaparecido el chunda chunda áspero de las Olivetti, las redacciones seguían siendo lo que solían. En las bodegas del Castromil viajaban los carretes de fotos hacia los laboratorios de la central y todas las redacciones tenían un bar de cabecera en el que se dejaban los recados. Fuera de esas postas, que eran como los abrevaderos del periodismo, con más whisky y más ducados que ahora, se trabajaba en la calle desconectados del mundo. Es fácil añorar aquella concentración en las historias, aquella exclusividad con la que se escuchaba a las fuentes. En ese mundo pre-iOS, y con una democracia que se desperezaba, el cierre de los colegios electorales a las ocho de la tarde disparaba una ronda telefónica con cada concello del país. Eran chispazos de información que permitían ir construyendo el relato político con una cadencia emocionante y anticiparse a la pachorra exasperante con la que el sistema computaba la voluntad de los ciudadanos.  

Enseguida el papel se hizo sospechoso, aunque algunos conservamos un recelo preventivo hacia la nada física de lo digital. El papel te devuelve esa seguridad doméstica que solo proporciona lo que se deja acariciar. He vivido esa dependencia de la celulosa como una tara, una especie de alerta de la proximidad de la vejez.

Holanda celebrará elecciones generales el 15 de marzo. Los votos se contarán a mano y los resultados se transmitirán por teléfono. Es el método más seguro para evitar que los hackers alteren el resultado. A algunos, esta nueva certeza del papel nos cogerá entrenados.