Deuda para pagar las pensiones

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

07 feb 2017 . Actualizado a las 08:54 h.

Quedan en la hucha de los ahorros unos 15.000 millones de euros y se necesitan alrededor de 18.000 millones para abonar las pagas extras de julio y diciembre a los pensionistas. El Gobierno prepara estos días una emisión de deuda pública para afrontar los pagos. La medida presenta muchas contraindicaciones, pero ¿existe otro remedio eficaz en esta situación límite?

Endeudarse para pagar las pensiones no es sostenible a medio plazo. Puede hacerse puntualmente, para atender una urgencia, pero no indefinidamente. Que una familia pida un crédito para montar un negocio resulta encomiable y, además, para eso están -deberían estar- los bancos: para financiar inversiones rentables. Que esa familia pida un préstamo para comer, porque atraviesa momentáneamente una mala racha, también podemos comprenderlo y justificarlo. Pero vivir al fiado durante mucho tiempo es imposible, entre otras cosas porque el banco -o el amigo prestamista- te dará con la ventanilla en las narices a la segunda o tercera petición de auxilio. Por esa razón, y porque no proporciona retornos, la deuda está contraindicada para el gasto corriente e improductivo.

Mal asunto endeudarse para pagar las pensiones, pero todavía son peores las otras opciones. ¿Eliminar la paga extra del pensionista, como alguna vez se hizo con la del funcionario? Equivale a decirle a la familia de nuestra analogía que suprima el almuerzo o la cena. ¿Financiar una parte de las pensiones con cargo a impuestos? Significa desnudar otros santos -sanidad y educación, donde aún hay ropa- para vestir a 8,5 millones de pensionistas. ¿Incrementar las cotizaciones sociales? Supone agrandar el gravamen que más obstaculiza la creación de empleo. ¿Subir los impuestos o crear uno específico para las pensiones? Tendría efectos económicos perversos, puesto que los impuestos en España ya tienen talla europea.

Así pues, entre lo malo y lo peor, quedémonos con lo primero. Y hagámoslo cuanto antes, ahora que los mercados todavía nos prestan dinero a diez años al módico tipo de interés del 1,6 %. En realidad, desde el punto de vista financiero, ya deberíamos haber emitido esa deuda hace tiempo, en vez de expoliar la hucha de las pensiones, cuyos fondos rentúan al 3,5 %. Hagámoslo, a sabiendas de que ese callejón permitirá abrigarnos transitoriamente, pero no tiene salida. Solo aplaza el viacrucis.

España gasta en pensiones públicas poco más de la décima parte de la riqueza que genera cada año. Portugal, Francia o Italia, entre el 13 % y el 16 %. ¿Por qué ellos pueden permitírselo y nosotros no? Por la sencilla razón de que, con impuestos similares a los nuestros, su recaudación es mucho mayor. He ahí el nudo gordiano. Para desatarlo se precisa más una reforma fiscal, la gran asignatura pendiente, que una reforma del sistema de pensiones. No hay más: o reforma fiscal, o rebaja de las pensiones presentes y futuras, o el gordo de la lotería en forma de empleo y salarios en veloz expansión.