Exilios

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

18 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En un mundo confuso y sobrecargado de información difícil de digerir, la figura del intelectual, del intérprete, parece más necesaria que nunca para entender, para dar sentido a lo que sucede, para identificar la relación entre personas y hechos, para poder vivir y tomar decisiones. Por eso sentí tanto la muerte de Todorov, porque lo necesitábamos. Lo necesitaban sobre todo quienes ni sabían de él. En un ensayo sobre Edward Said, que en el fondo es autobiográfico, Todorov vinculaba al intelectual con el exilio. Tanto Todorov como Said eran exiliados: personas suficientemente integradas en una cultura a la que no pertenecen del todo porque provienen de otra que ya ven desde fuera. Seres desplazados capaces de una mirada distinta: preocupada por la verdad de las cosas y su justicia, atenta al sufrimiento humano y alejada de cualquier partidismo: «El intelectual no se limita a ser especialista, habla del mundo y se dirige al mundo. No sirve incondicionalmente a un poder o una causa, sino que conserva su independencia y reivindica la libre búsqueda de la verdad y de los valores que estaría dispuesto a asumir personalmente. Se mantiene al margen de las autoridades en el terreno de las ideas…».

Personalizaba esa figura en su amigo Edward Said: «Lo que más les molestaba de Said (tanto a judíos como a palestinos) no eran sus afirmaciones concretas. Lo que irritaba de él era su propia existencia, la de un palestino ni pobre ni terrorista, irreductible a ninguna categoría cómoda».

Ese penoso desplazamiento, esa soledad fatigosa, es el ámbito natural y libre de los intelectuales verdaderos. Nos ha dejado Todorov, pero no lo hemos perdido: nos quedan sus maravillosos libros.

@pacosanchez