La manta del PP

OPINIÓN

18 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Es fiable el nuevo PP que acaba de salir de un exitoso congreso? Atrás queda el tiempo de Fraga y el de Aznar, que había renunciado a la presidencia de honor. La respuesta a la pregunta tiene que ver con el cumplimiento del programa, ese compromiso que contraen los partidos con la ciudadanía y, por supuesto, con los militantes. De un modo irónico ha llegado a decirse que las promesas que contienen se hacen para no cumplirlas. En otras ocasiones, como está ocurriendo con Trump, se desea más bien que no se vaya tan rápido en su cumplimiento, con la esperanza de que la realidad atempere el impulso. Es obvio que los partidos políticos tienen como objetivo ineludible intentar ganar elecciones. Lo ha tenido muy claro el PP en su congreso al exhibirse como una maquinaria engrasada, dispuesta para actuar. Un pragmatismo que ha llevado lo prometido hasta extremos que no se corresponden con el ideario que dice seguir manteniendo. Sus líderes han repetido que todo el mundo cabe en el PP. Con una formulación borrosa de las proposiciones se pretende estirar la manta para que cubra todas las sensibilidades. Para que no se sientan heridas, como último remedio, la objeción de conciencia, una plausible innovación, pero innecesaria si el programa hubiera sido claro. La gestación subrogada es una muestra; lo que ha quedado claro es que el PP no lo tiene. El nuevo PP parece haber dejado definitivamente aceptadas las leyes aprobadas durante el mandato de Zapatero sobre aborto y matrimonio entre personas del mismo sexo. 

En este sentido, el PP de la mayoría absoluta, que tenía como principio orientador el humanismo cristiano, no fue de fiar. Podría volver en el primer caso a lo aprobado en tiempos de González, aceptado por el PP de Aznar: los tres supuestos de violación, graves taras del feto, grave peligro para la vida y salud de la embarazada, poniendo algún coto a la coladera de la salud psíquica. En el segundo, podría haber adoptado una solución como la impulsada en Italia por el Gobierno socialista de Renzi, si había que regular un hecho social. Una muy defendible concepción antropológica respaldaba esas iniciativas, confirmada por la Constitución de 1978, que tanto se invoca, con acierto, en contra del secesionismo.

La manta del nuevo PP no alcanza al humanismo cristiano, que rechaza la corrupción y postula la justicia social. Si se mantiene es porque se calcula que quienes están de acuerdo con lo que eso significa no tendrán más remedio que votar al PP como un mal menor. Así ha ocurrido en las dos últimas elecciones y puede volver a suceder con el triunfo de Iglesias en Podemos si, además, el PSOE no logra volver a ser una opción como la de González y Guerra. Un dilema que tiene algo de chantaje. Ciudadanos ha perdido atractivo para votantes del PP; por ahí puede estar tranquilo. Sin acudir al principio vaciado del PP, lo que ha hecho y ha dejado de hacer permite concluir que no es la única solución. No es fácil, pero habría de intentarse.