Los estibadores siguen sin ley

OPINIÓN

20 feb 2017 . Actualizado a las 08:16 h.

Algunas de las mejores películas del cine americano están enmarcadas en los conflictos portuarios. En dichas películas el héroe bueno y decente, que lucha por los parias, es un estibador que al final se casa con la chica. 

Pero la verdadera trama del filme está sembrada de mafiosos, matones, contrabandistas y policías y jueces corruptos que sacan suculentos beneficios de las rebabas de una profesión que controlan al margen de la ley, del mercado y de los sindicatos sistémicos.

Porque el conflicto de la estiba es antiguo, universal y nada ejemplar, sin que hayan podido evitarlo los gobiernos, los mercados, los importadores y exportadores, las navieras y los parados que buscan empleo fuera de los circuitos mafiosos o hereditarios. Tal situación chirriaba de lleno en las estructuras éticas, políticas y económicas de la Unión Europea.

Y por eso se generó una normativa destinada a implantar en los puertos la ley, la libre competencia y el control de la conflictividad salvaje que hacía intocables a las hampas de la estiba. Y, aunque no me atrevo a asegurar que esta nueva normativa va a cortar de raíz tal anomalía laboral y jurídica, sé que en toda Europa se dieron pasos importantes para evitar zonas oscuras en el imperio de la ley.

Pero en esa regeneración no está España, que pasándose, obviando toda la racionalidad, la decencia y los imperativos legales y judiciales de la UE, mantiene los puertos españoles sometidos a una presión gremial que los hace carísimos y opacos a la gestión laboral y empresarial, lo que constituye una muestra de desgobierno y pasotismo de dimensiones excepcionales, sin que nada de lo que ocurre en esta reserva de privilegios haya llegado al Parlamento.

Con esta anomalía quiso acabar -¡pobre novato!- el ministro De la Serna, con un decreto elemental y valiente que no debería suscitar oposición. Pero, ¡Dios sabrá por qué!, el Gobierno le ha desautorizado, y, lejos de apoyarle en el terreno de la ejemplaridad, la legalidad y la unidad del espacio económico, le ha forzado a iniciar el chalaneo necesario para crear un nuevo espacio de ilegalidad, oscurantismo y mamarrachada retórica que solo es posible comparar con el independentismo, como si los estibadores tuviesen un procés particular que les permite acomplejarnos y generar un progresismo comprensivo con tan ilógica chulería.

Todo lo que tarde el Decreto de la Serna en ser aprobado es oprobio y vergüenza para un Estado que no se atreve a imponer la ley.

Y todo lo que se pacte con un gremio privilegiado, que no sea la aplicación de la misma medida que José Blanco le aplicó a los controladores, es decirles a los españoles que la decencia y la lealtad siempre pagan, mientras que la presión y la deslealtad siempre sacan beneficios.

Y así no se puede progresar en la creación de un nuevo y necesario sentido del Estado.