Capitán Trueno

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

27 feb 2017 . Actualizado a las 17:14 h.

Sigrid es la novia del capitán Trueno. Me permito tomar su nombre para ilustrar un tipo de mujer que últimamente se ve mucho en el mundo de la posverdad y en las consultas psi.

Se trata de mujeres jóvenes que salen con uno de tantos chavalotes que pueblan nuestros bares y a quienes lo que más les motiva a la hora de divertirse, es salir con los amigos a cocerse como piojos en alcohol, cocaína y demás drogas hasta bien entrado el amanecer.

Para ellos el plan tiene su atractivo -los hombres siempre han sentido pasión por el alcohol y las broncas-. Para las chicas, sin embargo, la diversión no suele pasar de la contemplación asombrada de cómo los hombres pueden divertirse de una forma tan insolente; algunas llegan a integrarse perfectamente asumiendo el rol de amazona urbana y participan en la divertida carrera del coma etílico y los desfases absurdos; otras optan simplemente por sobornarse al beneficio de ser la chica de un capitán Trueno, resignándose al papel de acompañante pasiva y descanso del guerrero. La cómplice dureza del amo las hace sentir importantes.

Por eso estas Sigrids de la vida aguantan brindis, broncas y babas con una presencia de ánimo sorprendente, convencidas de que si quieres ser princesa, te toca pagar las multas del macho alfa.

Sufren miedo, celos, humillaciones, resacas y tardan en darse cuenta de que su malestar se debe al profundo sufrimiento preventivo que produce compartir la vida con el héroe. Y los Truenos ni se enteran ni quieren enterarse, porque bastante tienen con seguir vociferando para conservar el poder en la relación y con recuperarse de la última tajada de alcohol duro y sexo blando, de la partida de golf o del paseo en yate. El capitán Trueno no tiene clase ni edad, cualquiera puede serlo.

Estas mujeres que se desviven por serlo todo para él acaban siendo nada para nadie: su identidad depende del otro. Este es el tormento de Sigrid: darle boleta y salir del infierno o darle mimitos y acabar asesinada psíquica y físicamente; ese es el dilema: el miedo a liberarse y tener que reconstruirse o someterse del todo.

Los crímenes de género son cosa de dos y no solo de un desalmado capitán Trueno.

Se está pretendiendo hacer un retrato robot del maltratador y la víctima como medida de prevención y ojalá lo consigan, pero me malicio cómo se pueden discriminar estos rasgos cuando todos, damas y caballeros, los tenemos en potencia; porque no solo son los hematomas, son las palabras las que hieren como dagas. Todas las parejas se dicen y consienten cosas que destruyen y pueden llegar a matar.

Sean cuidadosos.