Cuestión de dominación

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

27 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

No nos llevemos a engaños. No tiene casi nada que ver con un arrebato pasional ni con un trastorno mental. Ni siquiera es la consecuencia de la ofuscación ante un dolor insuperable. Se trata, en la gran mayoría de casos, de una cuestión de poder, de dominio, de mantenerse siempre por encima del otro, tanto física como psicológicamente. Es una cuestión de no aceptar el fracaso de una relación ni la humillación, aunque sea imaginaria, que el rechazo produce. Es una cuestión de no admitir que la pareja o expareja tome una decisión que lo excluya, que le impida dirigir el destino por el camino que desea. Porque si hay algo que no es capaz de asumir este tipo de calaña es que alguien, sobre todo alguien tan cercano, haya decidido prescindir de él. Lo que no puede soportar es que todo el edificio que ha construido por y sobre su relación, ya sea de años de vivencias compartidas, de tejido económico o de imagen social y familiar, se derrumbe como un castillo de naipes. Es pura y simple dominación.

Da igual la edad, el nivel educativo, el poder económico o la situación social. Da igual que le pegue un tiro a su víctima, la acribille a cuchilladas, la muela a palos, la tire por un balcón o la haga saltar por los aires después de darle una paliza, como en el caso de Chapela. El objetivo es impedir que la mujer se libere de él, rehaga su vida y sea feliz lejos de su radio de acción. En ocasiones muestran cierta humanidad alejando a los hijos del lugar donde cometerán el crimen. Y, en otras, su crueldad llega al paroxismo cuando para castigar a la mujer matan a las criaturas. La casuística es muy variada pero el resultado es siempre el mismo: una mujer muerta a manos de un hombre. Dieciséis en lo que llevamos de año. Cinco en una semana. Y todavía seguimos sin un plan de actuación.