Cuando nadie quiere saber nada

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

03 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El Juzgado de lo Penal número 2 de Sevilla ha condenado a siete años de cárcel a un catedrático de la Universidad de Sevilla por abusar sexualmente de tres profesoras, entre el 2006 y el 2010. Este tipo fue en su día decano de la Facultad de Ciencias de la Educación y hasta hace unos días daba clase.  La sentencia condena al docente por tres delitos continuados de abusos sexuales y un delito de lesiones psicológicas porque realizó tocamientos y comentarios soeces a las tres mujeres «con ánimo libidinoso», subraya el fallo. 

Las tres profesoras, que dependían jerárquicamente del acosador, han vivido un auténtico calvario en estos años que ha truncado sus carreras profesionales y minado su salud. Sin embargo, ni el entorno de las acosadas ni la Universidad de Sevilla, declarada responsable subsidiaria, actuaron con la responsabilidad y celeridad que exigía el caso. Tras la sentencia, el catedrático ha sido expulsado de la universidad. Resulta curioso que la abrumadora mayoría de los compañeros de las profesoras apoyaran al acosador llegando incluso a declarar en el juzgado a su favor, pero todavía es más sorprendente que la universidad hiciera caso omiso de los informes jurídicos de sus propios servicios, premiándole, y evitando tomar medida alguna contra el delincuente; obviamente esto supuso un daño añadido para las acosadas.

Podría seguir poniendo ejemplos de ignorancia cómplice, como el del rector de la Universidad Rey Juan Carlos y el coro de mariachis que justifica sus vergonzosos plagios, o un caso en el que participé como instructor en el que solo uno de los testigos llamados a declarar afirmó conocer el incumplimiento reiterado de las obligaciones de un catedrático, aunque eran de dominio público, pero creo que es suficiente para entender lo que quiero decir.

Me niego a pensar que alguien en la universidad apoya el acoso sexual, ni tampoco el plagio o el incumplimiento reiterado, por lo que estos comportamientos indignos ponen de manifiesto unas relaciones de dependencia viciada y un corporativismo putrefacto. Afortunadamente, ha tenido que ser el juez de Sevilla el que ha empezado a poner las cosas en su sitio, tanto por la condena como por el hecho de que sitúa esa ignorancia cómplice, de quienes declararon a favor del acosador, en la frontera del falso testimonio.

Pero lo que, en mi opinión, resulta más grave todavía es que los rectores, su conferencia, y los responsables políticos de las universidades, no se manifiesten sobre estos casos porque la respuesta a esas conductas se enmarca en la autonomía universitaria: ¡Hay que tener morro! Es verdad que ha habido excepciones, y en el caso de la Universidad Rey Juan Carlos la movilización de muchos profesores ha defendido la dignidad universitaria, pero algo ocurre cuando hechos conocidos por todos son ignorados, cuando se mira hacia otro lado ante el acoso al más débil o cuando se premia una carrera científica basada en la copia y las malas prácticas.

Algo raro ocurre en el templo del saber cuando nadie quiere saber nada.