Orejas de Carnaval

Eduardo Riestra
eduardo riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

05 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Ante el éxito del pasado año, estos Carnavales he decidido volver a hacer orejas. Pero en esta ocasión decidí comprar la masa en un panadería en lugar de hacerla yo mismo, y me equivoqué. Tuve que tirarlas. Lo de las orejas es como casi todo: no se puede delegar. El Carnaval, al que este año volvieron a atacar duramente los elementos y los amantes de la fe y del orden, que son personas con una sensibilidad especial, tiene la pega de que se acaba enseguida, y el miércoles de ceniza, ya con la careta quitada, descubrimos que nosotros, los de entonces, parafraseando a Neruda, sí que somos los mismos. Y en unas semanas, los que se ofenden sacarán a la calle los pasos de su escatología. Pues en León, ciudad formal y sensata donde las haya, el Jueves Santo se celebra el entierro de Genarín, un tarambana de los años treinta al que incluso el escritor Julio Llamazares ha dedicado un libro. Ese sí que es un buen lugar y un buen momento para rasgarse las vestiduras. Y sin embrago este año yo creo que habría que celebrar el entierro de Urdangarin, que daría más juego. Lo de la fe, que en el catecismo se equipara con sus hermanas la esperanza y la caridad, es un mecanismo que no necesita de argumentos ni demostraciones, no necesita de la ciencia ni de la razón. Por eso no se puede rebatir. Pero es una cosa muy seria. Más que ser homosexual o ser de Lepe. Una cosa de la que uno no se puede reír. Pues oídos sordos. Por eso he tirado las orejas. Bueno, por eso y porque estaban malísimas.