La «apoplanesis» de Rajoy

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

09 mar 2017 . Actualizado a las 08:56 h.

Los griegos antiguos, aficionados como buenos sofistas a la palabra ampulosa y grandilocuente -sofisticada-, bautizaron uno de los habituales trucos retóricos con el nombre de apoplanesis. Los españoles actuales, más chapuceros o menos cultivados, acudieron a la jerga taurina para traducir el concepto: larga cambiada. El artificio, llámese como se quiera, consiste en eludir los asuntos espinosos con una digresión, al igual que el conductor trata de evitar el choque frontal con un volantazo: «¿Mintió o no mintió usted, señor ministro?» «Me alegra que me haga esa pregunta, pero lo importante en este momento es mirar al futuro...».

Definida la figura, convendrán conmigo en que, entre los grandes cultivadores de la apoplanesis política en nuestros días, Mariano Rajoy se lleva la palma. ¿Comisión de investigación de las finanzas del PP? Cuestión esta interesante, sin duda, pero deberíamos centrarnos en el empleo, en las pensiones y en el conflicto de la estiba. «Lo positivo es mirar hacia el futuro y no hacia el pasado, porque se puede acabar como la mujer de Lot, convertida en estatua de sal». Chapó. Ejercicio magistral de retórica clásica, incluso con su oportuna referencia bíblica, un lugar común que, por nuestra tradición judeocristiana, todos llevamos impreso en la frente.

Ante este resucitado Cicerón, desmerece el recurso al pataleo utilizado por su oponente Albert Rivera. Rajoy será un caradura y no tendrá palabra, pero el líder de Ciudadanos está representando un papelón. Apoyó la investidura de Rajoy a cambio de cien medidas y ahora comprueba cómo una tras otra -incluidas las comprometidas para los tres primeros meses de legislatura- se las pasa el Gobierno por el arco del triunfo. A veces con recochineo, como esa sugerencia de desplazar al Senado, donde impera la mayoría absoluta del PP, la comisión que iba a escudriñar en las cuentas de la gaviota. Otras veces con excusas de mal pagador: acabamos de descubrir que no podemos suprimir aforamientos ni limitar a ocho años los mandatos presidenciales sin reformar previamente la Constitución. Curiosa excusa en un país donde la carta magna y la ley electoral fueron modificadas en un santiamén, cuando así lo quisieron PSOE y PP, bien para desactivar la política fiscal, bien para evitar que hubiese elecciones el día de Navidad. Y el más notorio de los incumplimientos: el acuerdo anticorrupción que supondría la separación inmediata de aquellos cargos públicos que fuesen imputados. Por ahí anda, para vergüenza del PP y escarnio de todos, el presidente murciano, Pedro Antonio Sánchez, mofándose del pacto que concedió a Rajoy una segunda oportunidad.

Ahora, desairado por su cónyuge, anda el líder de Ciudadanos en busca de amantes para eventuales noches de lujuria. Pero aún no ha asumido que su pacto con el PP está enterrado, Sodoma queda atrás y él corre peligro de convertirse en estatua de sal. Sus cien medidas pertenecen al pasado y «lo positivo es mirar hacia el futuro». ¿Qué cosa no entiende Rivera del discurso de Mariano Rajoy?