El muro

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

12 mar 2017 . Actualizado a las 10:16 h.

Antes del muro de Trump ya estaba el de Facebook. Zuckerberg contagió a la humanidad la costumbre de los libros de caras de los institutos americanos. Aquí no se llevaba eso. A los compañeros de colegio te los encontrabas por la calle o en el periódico. Pero en aquel país la memoria residía en esos catálogos. Aquí la familia se hilvana entre los cumpleaños y la cena de Nochebuena pero allí mantienen viva la pulsión de la huida hacia adelante y el único aroma que conservaban del lugar en el que habían nacido era el del papel satinado de aquellos Facebook. La Red nos agarró primero por ahí. No hay nada más tramposo que la nostalgia. Husmear en lo que fuimos a través de la intimidad ajena. Facebook es también un escaparate de vanidades. Terreno abonado para el exhibicionista que muchos llevamos dentro, el que enseña las fotos de sus hijos, comparte su fecha de cumpleaños, los tubos de la quimioterapia que recibe en el hospital, la cicatriz de su cesárea, la muerte de su perro y hasta la complexión de ese amor que te está matando. Zuckerberg conoce bien el alma humana y sobre sus debilidades ha levantado un muro que en teoría es para escribir pero que cada vez se parece más a una frontera, la de una realidad esculpida por quien controla los algoritmos, algo muy poco parecido al mundo real. Sin que nadie nos haya obligado, empujados por la gasolina de nuestra arrogancia, le hemos confesado nuestros gustos, que es como desnudar nuestras debilidades. Hoy el mundo se escribe en ese muro. Una gran pantalla controlada por un empresario que empieza a creerse dios. Un emperador sin voto libre y sin control. Un mundo sin democracia, ni periodismo, ni libre elección, ni contrastes. Un universo banal en el que las reglas las marca el que controla las fotos que te hicieron en el instituto.