Y colorín colorado, la legislatura...

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

17 mar 2017 . Actualizado a las 08:41 h.

La derrota ayer del Gobierno en la votación de convalidación del decreto ley sobre la estiba pone de relieve que, o mucho cambian las cosas, o esta legislatura, herida de muerte, está a punto de expirar. Lo sucedido en el Congreso es más significativo de lo que podría parecer, a la vista de dos hechos esenciales: que ¡desde 1979! es la primera vez que no se convalida un decreto ley, y que esa norma respondió a la necesidad de dar urgente cumplimiento a una sentencia europea para evitar el pago de una multa millonaria, lo que parece no haberles importado nada a los 175 diputados que se han desentendido de la sanción, como si fuera a abonarla el Ejecutivo y no los españoles.

Es más que probable, sin embargo, que algunos de quienes hoy se frotan las manos por el que creen un éxito rotundo -dejar con el culo al aire a Rajoy ante la UE- no sean conscientes, en su ceguera cortoplacista, de la delicadísima situación en que el país podría quedar si el Gobierno optase por convocar elecciones para la vuelta del verano. Eso sería en un sistema parlamentario lo más coherente con una derrota que anuncia las que vendrán si se empeñan el PSOE y Ciudadanos.

De ellos únicamente depende que los comicios resulten finalmente inevitables, pese a que nada sería peor para consolidar la salida de la crisis y la creación de empleo que ir a elecciones dentro de unos meses; y nada como ellas debilitaría más la posición del Estado para hacer frente al motín secesionista de las instituciones catalanas.

Sí, el momento que vive España es el peor imaginable para anteponer en cualquier circunstancia los intereses de partido a los intereses generales, que es lo que la votación de ayer parece indicar que están dispuestos a hacer el PSOE y C’s. La dirección provisional socialista, volcada en una guerra interna donde todo se subordina a la victoria de Susana Díaz sobre el hombre que más daño ha hecho al partido en las dos últimas décadas, no cederá un palmo de terreno aun sabiendo que está prendiendo un incendio del que también el PSOE saldría achicharrado. Ciudadanos, que cambia de discurso tanto como Rivera de corbata, va, asimismo, a la deriva, con un líder incapaz de distinguir entre la realidad y sus deseos, la sensatez y sus urgencias. Convencido de que las elecciones podrían ahora hacerle ganar ¡media docena más de diputados!, a ese gran objetivo condiciona Rivera el sentido del Estado del que tanto le gusta presumir.

Obviamente, el PSOE y Ciudadanos tienen todo el derecho del mundo a impedir gobernar a quien no tiene apoyo suficiente para hacerlo. Pero no más que el que tenemos los españoles a desconfiar para mucho tiempo de la majadería sobre la que ambos partidos han construido gran parte de su discurso más reciente: que sin mayorías absolutas o cercanas a la mitad más uno del Congreso funciona mucho mejor la democracia. ¡Ya se ve!