135 años después

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CON LETRA DEL NUEVE

OPINIÓN

26 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En los buenos tiempos, cuando los pequeños gallegos jugaban en la calle y no se pasaban la tarde trasteando con el iPad, uno de sus entretenimientos favoritos era la pedrea. No es que los cativos se disfrazasen de niños de San Ildefonso para cantar cinco euros por euro, sino que mataban aquel tiempo pretecnológico con lo que tenían más a mano: las piedras.

Este deporte -que, de existir hoy, estaría subvencionado por enxebre e identitario- consistía en que, reunidos unos cientos de chiquillos en la plaza, la emprendían a pedradas unos contra otros hasta que, aburridos o descalabrados, abandonaban la escena del crimen.

A veces uno sueña con ser uno de aquellos periodistas bigotudos y callejeros del siglo XIX para contar en La Voz que, en medio de esas peleas, los chavales disparaban piedras contra los incautos pintores que tomaban apuntes del natural. O para relatar la muerte de un guardagujas que tenía la arriesgada costumbre de dormir sobre las vías para escuchar si venía a lo lejos el ferrocarril.

Y es que escribir en La Voz, a 135 años de altura, da vértigo. Hasta que uno se da cuenta de que seguimos siendo los mismos. Como dice nuestro editor, Santiago Rey Fernández-Latorre, estamos justo donde estábamos el 4 de enero de 1882.

Tal vez por eso uno tiene a menudo la sensación de que estas columnas se escriben solas. Como si todas las voces que han creado La Voz, las voces de los vivos y los muertos, nos llevasen de la mano por el teclado.

Ahora, el pasatiempo no es apedrearse en plena calle, sino en Twitter. Y La Voz ha estado ahí para contarnos incluso cómo ha evolucionado nuestra forma de lapidarnos. Porque 135 años después, seguimos donde siempre. Aunque lluevan piedras sobre nuestras cabezas.