Díaz o Sánchez: el futuro o el suicidio

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

28 mar 2017 . Actualizado a las 08:42 h.

Aquel era, a priori, uno más de esos aburridos desayunos que pretenden marcar la agenda informativa de la jornada y que no pasan casi nunca de tostón propagandístico. Susana Díaz llevaba apenas un mes como presidenta de Andalucía y se presentaba en Madrid, en donde seguía siendo una gran desconocida. Y, de pronto, lo dijo. «No fue un acierto afirmar que se aceptaría cualquier texto de Estatuto de autonomía que saliera del Parlamento catalán». Acostumbrados como estábamos a aquellos discursos de Zapatero con más dobleces que una pajarita de papel -eso de la nación española «discutida y discutible»-, bastó que una dirigente socialista asumiera ese gravísimo error de su partido para que a los que estábamos allí se nos cayera el cruasán. Díaz hablaba de «lealtad institucional»; de unidad de España; de una izquierda con «proyecto nacional»; de rechazo frontal a cualquier privilegio para Cataluña; de «igualdad de todos los ciudadanos vivan donde vivan» y del «efecto demoledor» que tuvo el que Zapatero hablara de «brotes verdes» a las puertas de una nueva recesión. Aquello sonaba a que el PSOE corregía el rumbo para salir de la escasez de principios y el pozo de relativismo en el que se encontraba.

Lo que ocurrió después es conocido. Díaz se equivocó al no dar el paso de liderar el PSOE que muchos le reclamaban. Luego, lejos de enderezar la nave, Pedro Sánchez multiplicó por mil la herencia tóxica del zapaterismo. Puso siempre su interés personal por encima del bien de España y de su partido; hundió al PSOE en las urnas; dio alas al populismo; se negó a dimitir pese a su inmenso fracaso y estuvo a un paso de llevar a los suyos al suicidio pactando con Podemos y los independentistas.

El PSOE afronta ahora la que puede ser su última oportunidad de recuperar su discurso socialdemócrata y su carácter de partido de Estado. Al contario de lo que ella afirma, no tengo nada claro que con Susana Díaz como candidata el PSOE le ganara inmediatamente las elecciones al PP. Pero de lo que sí estoy seguro es de que si el partido toma el rumbo que ella representa, más tarde o más temprano volverá a haber un socialista en la presidencia del Gobierno de España. Y, en sentido opuesto, tengo muy claro que si el PSOE emprende la vía de «trabajar codo con codo con Podemos», de pedir perdón a Pablo Iglesias por haberlo llamado populista y de asumir el discurso independentista de la «nación de naciones», que es lo que Pedro Sánchez propugna, el partido caminaría hacia su destrucción y su liquidación como referente de la izquierda moderada y vertebradora del país. Poner el PSOE al servicio de quienes quieren dividir España, reniegan de la Constitución, de la transición, del libre mercado y hasta de las víctimas de ETA, sería una irresponsabilidad histórica cuyas consecuencias pagarían no solo los socialistas, sino todos los españoles. No se trata de que el PSOE escoja entre Díaz o Sánchez pensando en el corto plazo. Se trata de que elijan entre socialdemocracia o populismo bolivariano. Entre el futuro o el suicidio.