Ya no estamos en la indigencia, proclama alborozado el siempre circunspecto Rajoy. Como tenemos más recursos, se podrá hacer más y presentar unos presupuestos para este año que permitirán aflojar el apretado cinturón de los años de la crisis. Incluso Ciudadanos podrá sacar pecho y afirmar que las cuentas públicas del 2017 tienen sello naranja, con partidas por importe de cuatro mil millones exigidas por ellos para «favorecer a la clase media y modernizar España».
Pero siempre aparecen los aguafiestas y esta vez tampoco podían faltar.
Hay pensionistas que no se conforman con su aumento del 0,25 %. Dicen que seguirán perdiendo poder adquisitivo, porque la inflación prevista es del 1,5 %, y van a tener difícil conciliar la cesta de la compra y el gasto en medicinas con esos viajes del Imserso, en los que unos ven un generoso regalo y otros la forma de mantener decenas de hoteles abiertos en temporada baja, decenas de aviones funcionando a destajo, centenares de autobuses y, en definitiva, miles de personas trabajando y reduciendo las listas del paro.
Hay funcionarios disconformes con que solo les suban el 1 %. Afirman que ya está bien de ajustar cuentas apretándoles a ellos el cinturón año tras año.
Hay ciudadanos que sostienen que lo único que van a notar es que no se deteriorarán aun más los servicios públicos, al cubrirse todas las vacantes que se generen, pero sin recuperar los miles de puestos de médicos, enfermeras, jueces, maestros, policías y guardias civiles que se perdieron en años anteriores.
Hay ciudadanos empeñados en afirmar que siguen pagando los de siempre.
Siempre hay aguafiestas.