Luís Villares y el pedigrí

Xose Carlos Caneiro
Xosé carlos caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

07 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya he dicho más de una vez que Luís Villares me parece buena gente. Lo digo sin conocerlo. Pero uno lo mira y empatiza con su afabilidad. Y lo escucha. Con los años he aprendido a no escuchar a los mal encarados o avinagrados. Para qué. La vida es demasiado breve como para perder el tiempo con los malasombra. Obviamente, Villares posee más virtudes. De no ser así no llegaría adónde ha llegado: la cúpula de En Marea. Quizá no sea el mejor lugar para el rostro amable, levemente barbado, de Villares. En el Consello das Mareas, así se llama, comienzan las deserciones. Y todo porque a Villares no lo quieren demasiado: no tiene pedigrí de iconoclasta. Él actúa como piensa, o eso me parece. Cuando fue a dejar su puesto de magistrado reclamó no perder ni derechos, ni posición social o económica. Hizo bien. No se puede ser un cínico. Sin embargo, a estas alturas todos sabemos que en Podemos y adláteres (así denomino al conglomerado de «la nueva política») lo que se lleva es decir una cosa y hacer la contraria. Ejemplos hay muchos, desde el que quiere hacer la revolución proletaria sentado en un sofá desde un pazo y viviendo como un señorito, hasta los que piden prohibir la Coca-Cola y la consumen. Ahí cohabitan el que reclama que los obreros del mundo se pongan «en pé» y defiendan sus derechos laborales, aunque después no cumpla con sus obligaciones profesionales como empresario, hasta los que defraudan a la Seguridad Social en contratos de asistentes personales. Están los que se olvidan pagar a Hacienda unos miles de euros y los que quieren ser la voz del pueblo pensando que el pueblo está compuesto únicamente por aquellos que votan a Podemos y adláteres. Por eso Luís Villares no encaja en ese lugar. Quizá algún día lo perciba así. A mí me pasó hace años. Cuando observé que el sujeto y el predicado no encajaban en determinadas opciones políticas. Predicamos, pero sin el ejemplo. Decimos esto, pero hacemos lo contrario. Es como la Coca-Cola del señor Espinar: que hay que prohibirla, pero yo me la tomo. Es el cinismo en estado puro. La incoherencia. O la hipocresía. Si esto lo hacen con una Coca-Cola, ¿se imaginan ustedes lo que podrían hacer con asuntos mayores? Yo sí. Cantar loas a la democracia, viva la libertad, y luego dar charlas a regímenes que han arruinado a sus gentes: Venezuela, donde miles de gallegos sufren a los acólitos de Podemos y adláteres. Luís Villares, que me parece buena gente, no es como ellos. ¿O sí?