Muerto y enterrado

OPINIÓN

07 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

No tengo el don de profecía, aunque cierta capacidad de análisis en los temas que son de mi competencia voy teniendo con el paso del tiempo. Viene esto a cuenta porque, cuando se aprobó en diciembre del 2015 el Acuerdo de París Contra el Cambio Climático, ya manifesté mi escepticismo respecto a su ejecución en estas mismas páginas. Las decisiones de Donald Trump en esta materia, la última de las cuales fue la orden ejecutiva firmada recientemente, confirman mis peores presagios. El acuerdo está muerto y enterrado. No solo porque Estados Unidos es uno de los mayores contaminantes del planeta y, por tanto, sea decisivo en esta cruzada por un desarrollo sostenible, también porque mina la credibilidad del resto de gobiernos mundiales para adoptar unas decisiones que implican esfuerzos en el corto plazo en pro de un futuro que nosotros no vamos a disfrutar, lo cual ya es de por sí duro para el narcisismo y el individualismo que caracteriza nuestras sociedades, como ponen de relieve reputados intelectuales, citemos por todos ellos al francés Lipovetsky y al polaco Zygmunt Bauman.

¿Qué hacemos ahora? No perder la ilusión ni la esperanza, seguir comprometiéndonos -personal y comunitariamente- con la causa ecológica, incluso con redoblado ardor, buscando la armonía con la naturaleza, y reclamando activamente a nuestros dirigentes que no se dejen colonizar por el pensamiento mediocre del presidente norteamericano.