Cuando Aznar se hizo jipilón

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas MIRA Y VERÁS

OPINIÓN

08 abr 2017 . Actualizado a las 09:54 h.

La entrevista de Bertín a Aznar ha sido inquietante por muchos motivos. Tantos que desde que salió en televisión no se ha dejado de escribir sobre ese encuentro que algunos han definido como más propio de aquel mítico programa Contacto, con tacto que Osborne presentaba en los noventa. Fue una entrega tal por parte del comunicador que llamarle entrevista desmerece el tête à tête de sofá. Con la intimidad que puede llevar al invitado a preguntar también con regusto: «Tú me votaste ¿no?». No hay desperdicio en esta fórmula mediática en la que Aznar hizo un intento por desmelenarse como un jipilón. Esa mezcla imposible en él de cuadrar un supuesto lado gamberro de juventud («me echaron de clase por llevar el pelo largo») y un estilo ambiciosamente acomodado. De ese Aznar jipilón uno se puede esperar cualquier cosa, incluso que haya buscado el foco del prime time con Bertín, en una tendencia imparable que lleva al más soso o al que más se resiste a la cámara a querer caer en gracia. A Aznar y a Bertín, eso sí, les ha salido el tiro por la culata, a juzgar el resultado de la audiencia, tal vez porque los espectadores nos estamos saturando de esta almibarada forma de enfrentar la conversación, de hacerla inverosímil hasta la incomodidad de caer en el edulcoramiento facilón de mostrarnos a Aznar haciendo un bocadillo de atún con tomate. ¿Es creíble o no?