La caverna y las huríes

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

08 abr 2017 . Actualizado a las 09:55 h.

Volvemos a la caverna de Platón. O igual nunca salimos de ella, de la caverna, con Platón o sin él. Un mundo de sombras en el que nada es lo que parece ni lo que aparece ni lo que perece. Una información en cascada, hirviente, un exceso de información que deforma. El reflejo en una pantalla que se multiplica. Un eco exponencial. Una progresión geométrica. Un ataque. Otro ataque. Un golpe. Otra respuesta. La libertad amenazada por la violencia. La libertad amenazada por la seguridad. Creemos que estamos en el siglo XXI, pero seguimos en un mundo muy viejo. El de siempre. Sangre llama a sangre. Le organizamos un altar a los sacrificios. Quemamos incienso del calibre del nueve. Y velas de share que huelen a almizcle mezclado con napalm. Un altar que empezó siendo un plató de televisión, pero que ahora es mucho más. Es una repercusión mundial instantánea. Solo hay que pilotar un camión y que el bombeo creciente de la sangre te ofusque el pensamiento y que, en vez de ver semejantes aplastados por tu odio, veas las huríes que te esperan. Solo hay que liderar un país y que el ego infinito y la industria insaciable de las armas te lleve a apretar el botón. El botón del fin. Algún día, el botón del fin del mundo. El ataque químico. Niños rociados de óxido. La diplomacia de los misiles. La contradiplomacia de los camiones contra los peatones. Demasiados bandos y bandas. Millones asistimos como espectadores a esta ruleta de fuego. No hemos salido de la caverna. Seguimos encorvados mirándonos los ombligos. Y odiándonos.