El amigo invisible

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

10 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Parece que los chicos de la ETA, esos muchachotes que si les llevas la contraria te pueden pegar un tiro en la nuca, pero que en el fondo son buena gente, tienen un amigo invisible. Como «el Estado» no quiere jugar con ellos y no les quiere recoger las armas, se han inventado un amiguito imaginario y, ya con él, están organizando un acto bonito, de exaltación de sí mismos, que bien se lo merecen. 

A mí, qué quieren que les diga, me da cierto morbo que se desarmen, porque la pistola, o más exactamente, la dirección hacia la que apuntaba la pistola, es lo único que los diferenciaba de los otros, de los garrulos de a pie. Y ahora, ya sin el riesgo de que disparen, uno podrá volver a contemplar las imágenes de los fantoches con boina y pañuelo y podrá descojonarse de la risa, que es la única manera que una sociedad sana tiene de ver semejante patochada. Pero ¿qué harán los asesinos arrepentidos cuando dejen su trabajo y busquen otro empleo? ¿Leerán a Leibniz o a Xavier Zubiri? ¿Trabajarán en un supermercado? ¿Y si se arrepienten de arrepentirse? ¿Nos darán con un martillo en la cabeza a la primera de cambio?

Los chicos de la ETA, para agradar a sus madres y a sus novias, se tiraron al monte y se dedicaron a matar. No sabemos bien si a cambio de sexo, que es, con la comida, lo que mueve a la mayoría de los hombres. Y ahora, después de tanto empecinamiento y tanto enredo, aterrizan en el punto de partida, en 1987, hace treinta años. Pues nada, que disfruten escuchando La chica de ayer.