Una conspiración contra el cocido

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

12 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ya unos años escribí un artículo en estas páginas, titulado Los vegetales viajeros, en el que hacía referencia al tráfico de productos del campo que las familias gallegas transportan cada fin de semana de las aldeas a las villas y ciudades. En él imaginaba una brigada antivegetales que, tras detener a los vehículos y preguntarles ¿tiene usted algo verde que declarar?, decomisaría en los maleteros toneladas de patatas, nabizas o castañas. 

Es verdad que, en aquella ocasión, mi intención era llamar la atención sobre la distancia entre el mundo rural y el urbano a pesar de ese constante tráfico vegetal, pero como la realidad supera siempre la ficción, pasado el tiempo hemos visto los primeros controles en carretera para detener patatas. De manera concreta, el primer operativo de la Consellería de Medio Rural en Galicia -dentro del programa de erradicación y control de la plaga de la patata- ha sido desplegado en Pontedeume y una caja de más de 20 kilos de tubérculo ha sido decomisada.

Hoy he acudido a una tienda de un pueblo y las patatas se vendían al precio habitual, aunque únicamente en sacos etiquetados; las había españolas, de Granada concretamente, y egipcias. Jamás pensamos que las patatas de otras latitudes circularían sin restricciones y las patacas serían detenidas si están indocumentadas. Declarada la alarma, es obvio que hay que tomar medidas de prevención, control y eliminación. Pero si alguien me lo cuenta, pensaría que se trata de un relato de ciencia ficción ambientado en Galicia, pero es real.

Los seres humanos han causado una redistribución sin precedentes de los seres vivos de la Tierra y continúan dispersando un número creciente de especies a través de barreras antiguamente insuperables, tales como océanos, cadenas montañosas, ríos o zonas climáticamente hostiles. Ha ocurrido con animales y plantas, con abejas o patatas, y seguirá ocurriendo porque cuando por ignorancia, imprudencia o falta de control, a un organismo vivo le facilitamos un viaje barato a un lugar de buen clima, y con pensión completa, es difícil controlarlo.

Independientemente de sus efectos, la gran mayoría de las introducciones de invertebrados en zonas alejadas de sus áreas de distribución se han producido de manera accidental, al contrario que en plantas, cuya introducción ha sido en muchos casos deliberada. Sea cual sea la vía o sus consecuencias, casos de microorganismos, insectos, peces o plantas, por heterogéneos que nos parezcan, muestran que nos encontramos ante una nueva realidad cuyas consecuencias económicas y ambientales no conocemos.

No pretendo frivolizar con un tema serio para un país donde las patatas son una parte esencial de nuestra dieta, pero creo que, como un vecino que escuché el otro día en el bar del pueblo, hay que tomarse las cosas con cierto humor: «Primeiro foi o augardente, logo a carne tola e agora a pataca, ¿que será o seguinte, os grelos?».No le faltaba razón al hombre al concluir que «é unha conspiración contra o cocido».