Ciencia, negocio y fraude

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

13 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Unos padres con su hija o un falso enfermo estafaban basándose en la actitud solidaria de muchas personas. Sin embargo, el caso conocido de dos catedráticos de la Universidad de las Islas Baleares (UIB) y tres de sus colaboradores, que han sido detenidos por vender como remedio contra el cáncer un fármaco sin homologar por el que habrían ingresado unos 600.000 euros, utilizaba la necesidad y la esperanza de los enfermos. Y si reprobable es la estafa de dos catedráticos jugando con el engaño a enfermos de cáncer, sorprendente y reprobable es la actitud de las autoridades universitarias que si bien, hace seis años, habían conocido rumores sobre tales prácticas obviaron su investigación.

Un científico e historiador de la ciencia, De Solla Price, estimaba que en 1976 vivían más del 80 % de los científicos que habían existido en toda la historia de la humanidad. Por ello, no extraña que en tan amplio colectivo puedan coexistir personas prepotentes junto a humildes, y desde luego entre muchos científicos rigurosos, otros capaces de falsificar, plagiar o inventar sus resultados. Todo ello también porque el sistema científico exige competir constantemente para obtener recursos y alcanzar el máximo prestigio, lo que llevaría a que algunas personas estén dispuestas a mentir para alcanzar la gloria o que, ante la solicitud de ayudas de investigación, manipulen los resultados para aumentar las posibilidades de éxito.

La sentencia atribuida a Albert Einstein, «muchas personas creen que es el intelecto lo que hace un gran científico; están equivocados: es el carácter», ayudaría a explicar parte de los acontecimientos en relación con el negocio y el fraude en el mundo de la investigación científica. A ello se añade la importancia social de la ciencia, tan obvia en las ciencias biomédicas, donde la sociedad está expectante ante soluciones posibles para sus dolencias. Y en esta situación se genera como estrategia la continua interacción de los científicos con los medios de comunicación, lo que a su vez genera en la sociedad nuevas expectativas engrandecidas sobre los descubrimientos que en la realidad están lejos de poder ser alcanzados a corto plazo.

Pero la gravedad deriva de que ese fraude se comete con pacientes necesitados de esperanza, y que haya sido posible al amparo de una institución universitaria, por personas que han alcanzado una sólida situación profesional en base al mérito y capacidad. En este caso, también en otros menos dramáticos, además de la decencia personal, se detecta la carencia de un Código de Buenas Prácticas Científicas en las instituciones, tan necesario en todos los extremos de la investigación científica, incluyendo su divulgación y comunicación social. Sin él, y la responsabilidad cívica de los científicos, la confianza social en la ciencia se quebrará.

Se detecta la carencia de un Código de Buenas Prácticas Científicas, tan necesario en todos los extremos de la investigación, incluyendo su divulgación y comunicación social