Semana Santa en España

OPINIÓN

13 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La Semana Santa española, que heredaron con matices en América y Filipinas, es una manifestación de fe y sentimiento sobre el misterio de la salvación, que el pueblo formula y practica a su leal entender. Frente a la preeminencia teológica de la Pascua, que la Iglesia mantiene, la comunidad de los cristianos potenció la expresiva contemplación de la pasión y muerte de Cristo. Y, ante la necesidad de superar la desgarradora paradoja del Dios todopoderoso clavado en el patíbulo, convirtió las calles y plazas de España en un prodigioso auto sacramental que, más allá de su fuerza catequética y de su estética insuperable, nos permite tutear el misterio, llegar a lo invisible a través de lo visible, y aliviar el peso de tan grave liturgia con una mezcla inteligente de luto y alegría.

Si contemplamos la Semana Santa en sus grandes escenarios -Sevilla, Lorca, Zamora, Valladolid, Murcia, Málaga o Jerez-, y si nos detenemos especialmente ante el barroquismo que exhibe Andalucía -con universalidad, fervor y brillantez inigualables-, veremos que este ciclo procesional y litúrgico constituye la mayor concentración de patrimonio -imaginería, peanas, telas y bordados, teatralizaciones, música, orfebrería, trabajos florales, olores, sabores, catedrales, iglesias, conjuntos urbanos y adhesión popular- que se exhibe en el mundo, en la que la función religiosa, la contemplación estética y el gozo de la participación se aúnan y potencian con efecto y coherencia colosales.

Pero lo más hermoso de nuestra Semana Santa es que está creada y engrandecida por las hermandades y cofradías que, a su total eficacia y esmero, añaden la devoción y la fe que se sacramentan en las calles, sin las que sería imposible mantener en su expresión, autenticidad y valor este regalo de Dios que algunos cuestionan o minusvaloran en aras de una modernidad mal entendida.

La Iglesia, que llegó a temer la enorme popularidad de su Semana Mayor, sabe hoy que los mil años de tradición que custodian y administran las hermandades están avalados por lo que el teólogo J. H. Newman reconocía -«una fuerza vital duradera es un criterio a favor de que un desarrollo es fiel»- como una clave interpretativa del mensaje de Cristo. Y a esto mismo debía referirse la comisión teológica que en 1987 revisó los instrumentos de la hermenéutica dogmática en la Iglesia católica, entre los que incluyó «el testimonio profético de movimientos espirituales, y el conocimiento interno que procede de una experiencia espiritual de los laicos que están llenos del Espíritu de Dios».

Por eso creo que pasarse la Semana Santa hablando de PIB, ocupación hotelera, combustibles y playas es un atentado contra la cultura, la sensibilidad y el sentimiento del pueblo. Y que esta estupidez debería ser -para los cristianos- un pecado capital casi imperdonable.