El contrato vitalicio de los profesores

Manel Antelo
Manel Antelo TRIBUNA

OPINIÓN

14 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La funcionarización del profesorado universitario es un sistema de empleo en el que dicho profesorado puede obtener una seguridad laboral casi completa al disfrutar de un contrato vitalicio. El sistema es tal que, cuando una universidad dota una nueva plaza de profesor y se realiza el correspondiente concurso para su provisión, un comité de profesores funcionarios evalúa los méritos de los aspirantes a nuevos funcionarios y propone al que considera más adecuado para el puesto. La propuesta es elevada luego a la universidad y esta procede al correspondiente nombramiento. Este modelo es el que, con diversos matices, existe en todos los sistemas universitarios del mundo.

Tradicionalmente se ha argumentado que el objetivo de la funcionarización era impedir que el profesorado fuera expulsado arbitrariamente de su trabajo por realizar investigaciones controvertidas o efectuar opiniones críticas con el poder. Más aun, se ha aducido desde siempre que una virtud del sistema de funcionarización es que crea un clima de libertad de pensamiento e investigación, el cual es una condición necesaria para el progreso científico y técnico. Los críticos, sin embargo, ponen el foco en los defectos que presenta. Por ejemplo, alegan que la protección laboral que proporciona podría llevar a un menor esfuerzo de una parte o la totalidad del profesorado funcionario. Asimismo, aducen que podría interferir en la asignación óptima de los candidatos a las plazas si los profesores con más edad y menor productividad están ocupando puestos que podrían desempeñar otros más jóvenes y tal vez más cualificados. En fin, que el contrato vitalicio reduciría el esfuerzo productivo total de la universidad.

Si el sistema del contrato vitalicio tiene estos supuestos inconvenientes, ¿por qué se ha mantenido vigente a lo largo del tiempo? La mayoría de expertos sostienen que ha sido gracias al poder político que el profesorado universitario posee en las instituciones. Sin embargo, existe otra explicación plausible y que gira alrededor del hecho de que son los profesores funcionarios quienes seleccionan a los que se contratan para cubrir las nuevas plazas. Las universidades encargan esta tarea a los mencionados profesores porque se admite que son los más capaces para identificar a los mejores candidatos posibles. Ahora bien, si no existiera el contrato vitalicio, los profesores en plantilla tendrían incentivos para reclutar a los peores candidatos -y no a los mejores- al objeto de reducir al máximo la probabilidad de verse sustituidos más adelante por rivales que les pudiesen superar en productividad, como sucede en el ámbito del deporte profesional, por ejemplo. En otras palabras, el profesorado en plantilla y con más experiencia está dispuesto a ayudar a la universidad a seleccionar los mejores candidatos para los nuevos puestos gracias, precisamente, al sistema del contrato vitalicio. Gracias a que así se disipa el riesgo de perder el puesto de trabajo en el futuro en favor de estos aspirantes más jóvenes y, posiblemente, también más cualificados.

En resumen, según este razonamiento, la institución del contrato vitalicio ha persistido en el tiempo porque es la que mejor aúna los intereses de las universidades y los profesores en el proceso de contratación para cubrir los nuevos puestos de trabajo que ofrecen dichas universidades. El resultado final es una mejora de la calidad total del profesorado universitario gracias a la incorporación de los aspirantes con más méritos y cualificación.