Matar cristianos

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

14 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hoy es Viernes Santo. El corazón católico del año litúrgico. El día del dolor que conmemora la muerte en la cruz de Jesús. Yo iba a escribir mi crónica ritual de las procesiones, la que cada año demanda Alfredo Conde, describiendo emociones antiguas de la fe popular, y dando noticia de que todo un pueblo, el mío, se conmueve al paso de sus santos cuando desfilan al caer la noche y la luna llena ilumina el malecón y toda la mar.

Pero hoy hay que dar cuenta cabal de la ignominia sin fin, del asesinato colectivo cometido en una basílica cristiana de Egipto, cuando medio centenar de cristianos coptos fueron abatidos por el odio que no cesa, mientras rezaban, celebrando su particular hosanna, el Domingo de Ramos.

Pocas voces de dirigentes políticos, de intelectuales, columnistas de opinión o editorialistas de los medios nacionales, he escuchado en la condena radical de este, de estos atentados, que con una secuencia precisa golpean a las comunidades cristianas de África.

Son cristianos pobres en su mayoría, que sobreviven fieles a sus creencias en medio de una casi insoportable hostilidad por parte de sus vecinos musulmanes, que predican pero no ejercitan una tolerancia inexistente.

Tres profetas fundamentales en la cultura del libro, del Corán, la Torah y la Biblia, Mahoma, Moisés y Jesús, merecieron el respeto por parte del pensamiento judío, musulmán y cristiano. Ninguno era infiel y las tres religiones estaban blindadas frente a quienes practicaban, los infieles, múltiples agresiones. Interpretar a Mahoma, modificar las suras, proclamar edictos desde las mezquitas más radicales, convirtió a los cristianos en cruzados, en víctimas fáciles, en mártires anónimos. El domingo han sido Alejandría y El Cairo, antes fue Yemen, y así asistiremos al nuevo golpe de un recua de fanáticos islamistas que obedecen ciegamente las caprichosas fatwas del odio.

Son los nuevos mártires contemporáneos, impunemente asesinados por la maldad que anida en la esencia del odio irracional que no tiene justificación. Desde el emperador Constantino y la oscuridad de la Edad Media no sucedían matanzas de cristianos similares.

Yo quiero rendirles mi admiración en unas pocas líneas, manifestar mi recuerdo en estos días de Pasión mientras Occidente espera la Pascua de resurrección, pasión por la vida y compasión por la muerte que acabó con varias decenas de cristianos coptos.

Mi silencio sería cómplice si no rechazara abiertamente este nuevo capítulo de la historia general de la infamia. Rezo por ellos, reivindico la piedad, y rechazo el olvido. Este Viernes Santo Jesús ha muerto con ellos y en ellos. Son las cruces, cincuenta o más cruces a las que han sido condenados por la vesania de los hombres.

Tenía que suspender mi colaboración contando las excelencias de la Semana Santa de Viveiro, la aplazo para otro año, y esta vez convierto en un réquiem mi artículo en memoria de quienes han muerto por Jesús.