Quedará para la historia como una de las frases más desafortunadas pronunciadas por una política: «Cuando te reúnes con hombres y te haces la rubia, consigues mucho más». La pronunció Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, que ambiciona ser presidenta de muchas más cosas. No creo que lo consiga, entre otras razones porque su frase denota un pensamiento carpetovetónico, entendido en el sentido celiano del término: reflejo de la España árida. Cifuentes, aun sin quererlo, ha tirado por tierra con esa frase la educación que algunos pretendemos inculcar a nuestras hijas: que no se arruguen, que sepan que tienen los mismos derechos que los hombres, que no hagan del cuerpo y del físico algo más importante que el intelecto, que nadie las utilice (para bien o mal) en función de su sexo, sino de sus capacidades. Y podía seguir con otros principios que considero trascendentales para que mis hijas se enfrenten al mundo, que es canalla tantas veces. Alguna vez me he declarado feminista. Lo soy, sin duda. Porque sé que a las mujeres no se las valora como se debe. Porque se las mira aún desde unos atavismos ininteligibles para mí. Que los hombres encabecen este ominoso acoso contra las mujeres es denigrante. Pero que sean las propias mujeres las que colaboren con esta situación, me repugna. Que lo haga una política preponderante, más aún. Cifuentes no ha estado a la altura de las circunstancias. Por fortuna hay muchas rubias, y morenas, que no son como ella.