El camarote de los hermanos sirios

Manel Loureiro
Manel loureiro PRODIGIOS COTIDIANOS

OPINIÓN

18 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia que les voy a contar hoy tiene lugar a cuatro horas de vuelo de aquí. Al lado de casa, como quien dice. 

Antes de que empezase su guerra civil, Siria estaba bajo el control de Bachar al Asad, un dictador férreo. El joven Bachar es a su vez hijo del anterior dictador sirio, Hafez al Asad, del que heredó el cargo y el país al estilo de las satrapías orientales. Ambos Asad, padre e hijo, forman parte del partido panarabista Baaz, del que también era miembro, pero de su rama iraquí, otro dictador célebre de la zona, Sadam Huseín. Cosas de la historia.

Cuando se produjo la Primavera Árabe en el 2011, algunos países como Túnez encontraron su camino a la democracia. En otros como Siria se deslizaron directamente al infierno.

Se cumplen estos días seis años desde que empezó la guerra civil Siria y mientras escribo esto el final parece tan lejano como el primer día. En España, donde tenemos memoria histórica reciente de carnicerías entre paisanos, al menos tuvimos la suerte de que en nuestra guerra tan solo había dos bandos. En Siria hay, a día de hoy, al menos 96 fuerzas distintas luchando entre sí, alineadas entre cuatro y siete bandos distintos, según la fuente que consultes. Sí, han leído bien.

El resultado es un caos absoluto, en el que todos los participantes, excepto los kurdos del norte que persiguen la independencia, buscan lo mismo: el poder absoluto en el país, a costa de exterminar y no ser exterminados.

Si llegados a este punto les parece lioso, lamento decirles que la cosa se complica. No se preocupen si se les escapa algo, ya que ni sus propios protagonistas lo entienden a estas alturas de partido.

Además de la media docena de contendientes, la población del país se divide grosso modo en dos grandes grupos religiosos musulmanes, los chiíes y los suníes, que se profesan un saludable odio a muerte. A mayores añadan al cóctel una serie de minorías religiosas cristianas atrapadas en el fuego cruzado y el guiso empieza a coger sabor a matanza.

Para acabar de liar el asunto, diversos países extranjeros han decidido que meter la cuchara en ese potaje es algo fundamental. Rusia e Irán apoyan con armas y soldados al dictador Asad mientras que Estados Unidos, Turquía e Israel sostienen de manera más o menos abierta a alguno de los otros grupos, todos en función de sus estrategias geopolíticas. Para rematar el quilombo, las monarquías petroleras, con Arabia Saudí y Catar a la cabeza, riegan de millones a las distintas facciones para que la fiesta no pare.

Como ven, no hay solución fácil en esta historia. Una salida es la victoria por agotamiento de uno de los bandos, a costa de cientos de miles de muertos. La otra, que el incendio en el granero sirio se propague al resto de la granja. Escojan la que prefieran. A mí no me gusta ninguna.