Un río de sangre

OPINIÓN

18 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Laín Entralgo, maestro donde los haya, afirmaba con tesón que un ser humano sin esperanza es un absurdo metafísico. Estamos en primavera, tiempo propicio para el optimismo y el buen humor. Como no hay dos sin tres, los cristianos acabamos de celebrar la Pascua de Resurrección, piedra angular de nuestra fe. Razones no me faltan, por consiguiente, para entonar un canto alegre y esperanzado. Y, sin embargo, no puedo. Al contrario, lo que tengo son ganas de llorar. Me quedé en el Sábado Santo. Sigo horrorizado por esa masacre en la localidad siria de Al Rashidin, donde estaban bloqueados decenas de autobuses que transportaban a cientos de personas que huían de la guerra. Hasta el momento, 126 muertos, de los cuales 68 son niños. Suma y sigue.

Tiene razón el amigo Barreiro Rivas, el diablo no descansa. Supongo que por ello es más necesario que nunca perseverar en la confianza, en la esperanza. Me vienen a la memoria las cartas privadas de Teresa de Calcuta, dadas a conocer hace ahora diez años, quien, a pesar de vivir su particular oscuridad interior, por momentos incluso una terrible desolación espiritual, no por ello dejó de trabajar incansablemente por los más pobres entre los pobres. Y siempre con una sonrisa en los labios. He de confesar que me cuesta mucho. Gracias a Dios, no servimos a los demás con nuestros sentimientos sino con nuestras convicciones. Recen por mí.