De susto en susto. Mirando a todos lados en busca de alguna luz que ilumine un camino en el que desaparecen aceleradamente las señales que han marcado la ruta en las últimas décadas. La desorientación se incrementaba para muchos ciudadanos de a pie ayer, tras un fin de semana en que la actualidad siguió machacando sus atribuladas neuronas.
En Francia, se consumaba el anunciado desastre de los partidos tradicionales. Las fuerzas que habían sustentado la creación y expansión de la Unión Europea se hundían en las urnas. Los líderes de esa unión en crisis se agarraban al clavo ardiendo de que al menos había ganado una opción europeísta y se había logrado contener, a duras penas y por ahora, el avance de los que quieren poner puertas al campo de la imparable globalización volviendo a las viejas fronteras.
Mientras, de este lado de los Pirineos, se sucedían las imputaciones. Seguía el rosario de casos aislados de presunta corrupción llamados a comparecer ante los jueces o enviados a la cárcel. Desde el PP se insistía en subrayar que la trayectoria del partido no quedará empañada por la actuación de unos pocos, aunque ya no sean tan pocos, y en destacar la plena independencia de la justicia, una justicia desbordada por la cantidad de casos a investigar con medios obsoletos y drásticamente recortados.
Algunos de esos ciudadanos se preguntaban ayer si esos mismos líderes no quieren ver la ola de cambio que se les viene encima, están desbordados por las consecuencias de las políticas que impulsaron durante años, o simplemente les pasa lo mismo que a los jugadores del Deportivo, según afortunado titular de este periódico: no tienen ganas.
Y siguen desnortados.