Francia: buena noticia, malas noticias

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

25 abr 2017 . Actualizado a las 08:31 h.

Gracias a la responsabilidad y el sentido de Estado del Partido Socialista y de Los Republicanos, Marine Le Pen no será la presidenta de Francia. Punto. Aquí se acaban las buenas noticias tras las elecciones de este domingo. A partir de ahí, todo son malos augurios e incertidumbre, por más que nos empeñemos en mirar solo el lado brillante de la vida, como recomendaban los Monty Python en La vida de Brian. De entrada, es una tragedia constatar que un 42 % de los franceses que votan apoyan el populismo ultra. De cada cinco ciudadanos, uno no ha votado. Y de los cuatro que restan, casi la mitad respaldan a la líder de un partido posfascista, xenófobo y antieuropeo como el Frente Nacional de Marine Le Pen, o a un populista de ultraizquierda como Mélenchon, que idolatra a dictadores sanguinarios como Fidel Castro y a regímenes autoritarios y antidemocráticos como el de Nicolás Maduro, y que se retrata al no pedir el voto contra Le Pen en la segunda vuelta. No son motivos precisamente para el aleluya.

La débâcle de los socialistas es otra muy mala noticia. Pero más aún lo sería que se equivocaran al determinar las causas. El hundimiento del PSF no se debe a que François Hollande impusiera las mismas políticas económicas que casi todos los gobiernos europeos, como algunos aprovechados quieren hacernos creer. Es la consecuencia de haber engañado a sus votantes con un discurso utópico que prometía salir de la crisis gastando más, trabajando menos y repartiendo dinero público a troche y moche. Los franceses tardaron poco tiempo en comprobar que aquello era una sandez que amenazaba con hundir al país. Si en algo acertó Hollande, fue en rectificar esa política suicida para aplicar la única posible. Aunque hacer lo necesario después de haber engañado a la gente, claro, cuesta votos. El fracaso de Los Republicanos es también el resultado de una egoísta guerra fratricida que llevó a la derecha al disparate de presentar como candidato a un presunto corrupto como François Fillon. Y, la verdad, no están los tiempos para eso.

Aunque la victoria de Macron y su más que probable acceso al Eliseo es, por descarte, una buena noticia para quienes creemos en la Unión Europea, el mandato de este líder treintañero está plagado de incógnitas y su discurso de no pocas incongruencias, empezando por eso de que no es ni de derechas, ni de izquierdas ni de centro -o es las tres cosas a la vez-, que está bien para ganar elecciones, pero no para gobernar. Y, tras la experiencia de Hollande, tampoco tranquiliza el que Macron se presente como un mesías que salvará no solo a Francia, sino a toda Europa. Menos lobos y un poquito de humildad no le vendrían mal a este camaleón que, a su tierna edad, ha tenido tiempo ya de ser especulador a sueldo de la Banca Rothschild y ministro socialista hasta hace ocho meses.

Aunque, bien mirado, sí hay otra buena noticia tras estos comicios. Podemos se ha retratado al negarse a pedir un voto contra Le Pen. Ahora, al menos, los españoles que apoyen a este partido saben ya a qué están jugando.