Ubú president

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

27 abr 2017 . Actualizado a las 09:28 h.

Jordi Pujol, hijo, va a pasar una temporada en la cárcel de moda, Soto del Real. La pregunta es por qué ha tardado tanto y todo parece indicar que por lo mismo que aprendemos los periodistas en los primeros balbuceos de nuestra actividad: information is power. Así, bajo el paraguas de lo que su padre sabe, la Familia alcanzó una intolerable cota de impunidad y de inmunidad. Pujol fue indispensable en la transición, interlocutor privilegiado de la Zarzuela el 23F y amigo de González o Aznar, indistintamente, para apuntalar gobiernos en minoría a cambio del impuesto catalán: una financiación de la que ya sabemos que entre el 3 y el 6 % fue para las arcas personales o de CiU. 

El nada honorable Ubú president retratado por Els Joglars, recién llegado a la Generalitat corriendo por el escenario con maletines llenos de billetes, es hoy un calamar abisal que amenaza con derramar su negra tinta sobre la estabilidad democrática, la ética pública, el legítimo sentimiento nacionalista, la independencia del poder judicial y la complicidad histórica entre los corruptos del bando españolista con los del bando catalanista -en perfecta retroalimentación, todo sea dicho-.

En medio de tan dramática evidencia, me viene a la memoria la figura de la matriarca de este clan concebido para delinquir. Cuando se conoció la historia de la meiga de Carballiño que había trabajado para la Familia, quise conocerla. Adelina, al filo de los 80, tiene una gran inteligencia natural y dice que puede limpiar las malas energías de su clientela usando un simple huevo que sale negro como petróleo después de cada sesión. Ella misma me contó su relación con Marta Ferrusola.

Adelina vivía en Andorra, desde donde iba cada mañana a Barcelona. Allí la recogía alguien del servicio de la primera dama y la llevaban a una habitación por donde empezaban a desfilar personajes muy conocidos de la sociedad catalana para que les hiciera con el huevo lo que un mecánico cuando cambia el aceite a un coche: sacaba lo quemado y recargaba el depósito con energía positiva, a 20 euros por cabeza. Paraba para comer el bocadillo que traía desde su casa y seguía hasta la noche. Esto fue así hasta que alguien muy cercano a doña Marta le dijo que la señora cobraba 300 por cada servicio. Adelina, gallega, lista y buena gente, justamente ofendida, cogió su bolso y se fue sin despedirse.

En este caso, una vez más, lo pequeño puede ser reflejo de lo grande. Por sus obras los conocemos y por sus mañas también: usura pura y dura en lo personal y robo sin ambages en las arcas públicas, es decir, en el bolsillo de los contribuyentes. O la justicia hace su trabajo y Pujol larga por esa boquita todo lo que tenga que largar, caiga quien caiga, o este país va a necesitar que Adelina le pase el huevo. ¿No?