Secuelas de un estigma

OPINIÓN

29 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La moción de censura anunciada con prosopopeya por Iglesias se ha justificado en la existencia de un estado de excepción democrático, a partir del nuevo caso de corrupción que ha llevado a prisión al expresidente de la Comunidad autónoma de Madrid. No se trataría de un tumor aislado, sino de una metástasis que alcanzaría a todo el PP. Un modo de atraer la atención como árbitro de la política. Al día de hoy no tiene acompañantes para que prospere y en el caso de que el propio Iglesias se presentase como candidato, la exigencia de mostrar un programa de gobierno sería contraproducente para Podemos, que se desenvuelve mejor en la crítica del sistema que en su reemplazo. Echar a Rajoy es un pretexto para interferir en las próximas elecciones en el PSOE. Se trata de acorralar a los socialistas en un rincón irrelevante de la izquierda, quien quiera que gane, y en todo caso conseguir su repulsa a llegar a acuerdos con el PP. En ese sentido Sánchez se lleva la palma. No deja de ser significativo que desde el PSOE hayan reprochado a Podemos ser el causante de la permanencia de Rajoy por no haber votado la investidura de Sánchez que, por lo que ahora declaran, no era un imposible. Tiene interés recordarlo para el inmediato futuro según cómo resulten esas elecciones. Algo han influido ya las bravatas de Podemos en ese sentido, hasta el punto de que el ecuánime presidente de la gestora ha tenido que recordar a Sánchez que si Rajoy ha de ir a declarar como testigo en el caso Gürtel ha sido por la presión y representación de «compañeros» socialistas, los abogados que presentaron una acción popular. Una manifestación que proyecta serias dudas democráticas sobre su razón de ser y sobre todo sobre su utilización partidista. Esa insólita declaración de un presidente del Gobierno en el ejercicio de sus funciones, tendrá un impacto negativo, tanto si sabía, como si no se había enterado de lo que ocurría dentro del PP. 

Con motivo del caso Lezo, Ciudadanos se ha unido con el PSOE para pedir la reprobación del fiscal general y del fiscal anticorrupción. Un síntoma de la inestable relación que tienen como socios del PP. Y no habría de olvidarse del «márchese, señor González» aplicado a Rajoy por Rivera en la frustrada investidura de Sánchez. ¿Hasta qué punto puede aguantar la legislatura en esas condiciones? ¿Está en condiciones el PP para afrontar con suficiencia unas nuevas elecciones, una vez que sean aprobados los presupuestos con el apoyo del PNV?

Con independencia de lo que diga la Justicia, el estigma de la corrupción va a acompañar al PP. Es cierto que se han interpretado de un modo sesgado expresiones del ministro de Justicia, pero también que ha habido advertencias de un tren de vida alarmante; nombramientos endogámicos y ceses anulados por los tribunales. Las secuelas no se eliminan con cirugía. Su raíz se encuentra en un modo de proceder acentuado por la mayoría absoluta y la pérdida o ausencia de convicciones que no acaban de reconocer.