Claro que no se puede vivir con 375 euros. Mi compañera María Cedrón publicó en La Voz un testimonio brutal: «A veces pido adelantos al banco para comprar carne para el niño». Pero hay más datos que queman como una barra de hielo. Familias gallegas que solo comen una vez al día, porque no les da para más. Hombres y mujeres que pasan los cuarenta y los cincuenta años y a los que les resulta muy difícil volver a encontrar un trabajo. La Fundación Amigos de Galicia, que ayuda a personas al límite, lo dice: «Hay muchos trabajadores que cobran entre 800 y 1.000 euros al mes, un sueldo que tiene que mantener a una familia entera». No es fácil. Y añaden en el texto que telegrafió María Cedrón: «Por no hablar de los que solo cobran 500 o 600 porque tienen empleos a media jornada que, en realidad, les ocupan el día entero». Hace frío fuera. Mucho. Cuando los políticos hablan de que la crisis ya no existe y de que España crecerá más que nadie en Europa no tienen razón ni corazón. La crisis golpeó y golpea tan duro que dejó a muchos fuera del sistema. Más datos que se clavan como astillas entre el dedo y la uña. Uno de cada tres niños atendidos por la Cruz Roja pasa frío en casa. Otro drama. Niños y mayores. Son muchos los mayores que no pueden poner la calefacción, porque el recibo de la luz se les dispara y apunta a su escasos ahorros y a su alma rota. Cuando no hay dinero, el amor salta además por la ventana. Sucede en muchos hogares que se parten, porque repartir la muleta del paro es imposible. La autoestima por los suelos. La nevera vacía. El corazón como la nevera. La misma estadística implacable nos dice que hay miles y miles de gallegos que no pueden ir de vacaciones a ninguna parte. Y otros tantos que no saben lo que es más de una semana de descanso al año. Demasiados golpes para pensar que no hemos levantado de la lona del ring de la crisis.