Que el dolor no me sea indiferente

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

11 may 2017 . Actualizado a las 08:17 h.

El filicidio presuntamente cometido por Marcos J. Miras el domingo en A Coruña es el zarpazo más reciente de la violencia machista. Los datos de mujeres e hijos asesinados por sus parejas o padres, las muertes por violencia sexual, los huérfanos y los casos en investigación de los 16 meses y 11 días transcurridos desde enero del 2016 hasta hoy, hablan de 83 adultas y 8 menores asesinados con 35 casos abiertos y 46 huérfanos (datos de Tribuna Feminista).

Los informes oficiales dejan fuera a parte de las víctimas, pero aún así, las series periódicas anuales entre el 2003 y el 2016 reflejan 756 feminicidios, que supondrían una media aproximada de una mujer asesinada cada semana. Otros indicadores aseguran que la tercera causa más frecuente de asesinato entre la población en general es la violencia machista (52 sobre 292 en el 2016), solo detrás del robo y los delitos contra la salud pública.

Los datos confirman la tendencia. Desde la entrada en vigor de la Ley Orgánica 1/2004 que abordó el fenómeno por primera vez de modo integral, los presos por violencia de género son ya el tercer mayor grupo en las cárceles españolas y las sentencias condenatorias pasarán de 400 en el 2005, a 14.528 en el 2014. Por cierto, un estudio de la Universidad de Murcia (El perfil de la violencia. La radiografía del crimen en España, José Muñoz), asegura que en el 2014 el 93 % de los homicidios fueron realizados por varones que usaron, por ese orden, armas blancas, sus propias manos y armas de fuego, pero el sexo de las personas asesinadas no guardaba la misma proporción: el 31 % de las víctimas fueron mujeres.

Las cifras no dejan de crecer y el bestialismo de estos crímenes excede cualquier capacidad de comprensión sobre los límites de la naturaleza humana. Pero no pasa nada. Al silencio previo de quienes conocían o intuían la tragedia se suma el minuto de silencio de lavar conciencias del día después. A veces, cuando los asesinos se emplean a fondo y dejan un buen rastro de sangre y sadismo, parece que hay alguna reacción, pero acaba por ser puntual: pasó el día, pasó la romería. Pronto tendremos morbo otra vez y creeremos que poniendo un monigote con cara de asombro o de enojo en las redes sociales estaremos  movilizándonos para frenar esta sevicia. En julio, cuando se siente en el banquillo el brutal asesino que mató con una sierra mecánica a sus hijos en Moraña, habrá un repunte y, a continuación, seguiremos aceptando que esto es parte del paisaje.

A veces imagino que una acusación particular de miles de personas contra quienes pudiendo y debiendo actuar, no lo hacen, daría resultado en estos momentos en que la política se ha convertido en carne de banquillo. Habrá que pensarlo si no queremos que la indiferencia nos convierta en basura. Me aferro a la súplica de León Gieco para no sucumbir al contagio. Solo le pido a Dios...