Así rompió el PSOE Pedro Sánchez

Gonzalo Bareño Canosa
gonzalo bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

19 may 2017 . Actualizado a las 08:14 h.

Entre la sucesión de meandros, cambios de dirección, rectificaciones, negaciones de sí mismo y hasta ocurrentes hallazgos terminológicos para definir su camaleónico pensamiento, hay una cosa que Pedro Sánchez no ha explicado todavía. Nadie sabe por qué considera que, después de haber encadenado los dos peores resultados electorales en la historia del PSOE, su retorno a la secretaría general va a hacer que los millones de antiguos votantes socialistas que le negaron su apoyo como candidato hace menos de un año regresen en masa para aclamarlo como líder y convertirlo en presidente del Gobierno.

Frente al relato que ha construido Sánchez, según el cual todos los males del PSOE se deben a que sus compañeros de partido le han traicionado entregando el Gobierno al PP, conviene hacer un poco de historia y recordar que cuando se presentó en las generales de diciembre del 2015 ni el PSOE se había abstenido en favor de Rajoy ni nadie en su partido cuestionaba su legitimidad como secretario general y candidato. Y, pese a ello, hundió al PSOE, perdiendo 20 escaños de los 110 que había obtenido Rubalcaba, que ya eran el peor resultado histórico. Sánchez cerró aquella campaña denunciando un «frente anti-PSOE» formado por el PP, Ciudadanos y Podemos. Al día siguiente, en vez de asumir su responsabilidad y dimitir, propuso a Ciudadanos y Podemos formar un frente anti-PP para convertirse en presidente. Sánchez en estado puro.

Pese a todo, y en un error garrafal, el PSOE le permitió ser de nuevo el candidato en las generales de junio del 2016 sin que nadie en el Comité Federal tratara de forzar su dimisión. Sánchez cerró aquella segunda campaña en Sevilla junto a Susana Díaz. «Gracias por apoyarme durante estos dos años apasionantes», le dijo, antes de denunciar la «confluencia entre una derecha irresponsable y un populismo que yo no quiero para España». El resultado fue catastrófico, dejando al PSOE en los huesos, con 85 diputados. Pero al día siguiente, de forma inaudita, se negó también a asumir su responsabilidad y ofreció luego un pacto a ese populismo que supuestamente no quería para España. Sánchez en estado puro.

Estaba dispuesto a traicionar a su partido pactando con Podemos y los independentistas, como él mismo ha reconocido, e incluso a presentarse una tercera vez. Y ahí la fractura fue ya total. En esa segunda, terca e impresentable negativa a dimitir tras dos fracasos históricos está el origen de la actual ruptura del PSOE. Si Sánchez hubiera dimitido, como era su obligación, en lugar de poner su interés personal por encima de todo, los socialistas podrían haber debatido sin traumas y sin presiones qué decisión adoptar. Su dimisión habría legitimado a sus partidarios para defender el no a la investidura de Rajoy y todo el PSOE habría aceptado lo que decidiera la mayoría. Pero él prefirió romper su partido y convertirlo todo en un plebiscito sobre su persona, antes que asumir su responsabilidad. Y eso es lo que sigue haciendo. Esa es la verdad. Lo demás son relatos falsos para justificar su fracaso.