Los setenta y cinco años de Bambi

Ramón Pernas
Ramón pernas NORDÉS

OPINIÓN

20 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Se acuerdan, claro que se acuerdan y es posible que incluso lloraran cuando por primera vez de adultos vieron la película acompañando a sus hijos, que recuerden la crueldad excesiva de cuando el pequeño cervatillo se queda huérfano de madre, dolor escasamente compensado con la amistad de Tambor, el conejo feliz, y del señor Búho, fuente clásica de la sabiduría. 

Bambi se ha hecho mayor, lleva a sus nietos, a los pequeños y juguetones corzos, al cine a ver las películas melodramáticas de la factoría, de su factoría, Disney de la primera época. Los lleva a ver Blancanieves y Dumbo, La Cenicienta y La Dama y el Vagabundo. Películas supuestamente infantiles que aterrorizaban a los niños cuando descubrían un mundo de malvados que estaban ahí al lado. Cuando Walt Disney dibujó un mundo de bosques virginianos donde vivían felices ciervos americanos, lo hizo basándose en una novela austríaca de Felix Salten (Una vida en el bosque), que adaptó al mundo anglosajón, más feliz y edulcorado que el europeo. Bambi se llama así porque su autor estaba impresionado por la voz italiana bambino, que era la manera amable de llamar al cervatillo de inmensos ojos.

Nosotros, los españoles que nos estremecimos y emocionamos con la cinta y su historia de dolor, amistad y amor con la cervatilla adolescente Faline, tuvimos a nuestro particular Bambi en la persona del presidente Zapatero, así apodado acaso por la ironía popular de Alfonso Guerra, maestro de sobrenombres maliciosos. Y si Bambi cumple setenta y cinco años, ciento treinta y ocho son los aniversarios del PSOE de Pablo Iglesias (el bueno) desde aquel lejano Primero de Mayo fundacional.

Bambi ya no está en la primera línea del viejo partido, pero sí Faline Díaz, o Susana, que sigue llamando equívocamente «cariño» a Tambor Sánchez, ambos sometidos a vigilancia del señor Búho López, antiguo lendakari del bosque.

No ubico bien a la mofeta Flor, que acaso sea la tercera vía emergente a partir del día 21.

Yo defendí a Disney pese a su manifiesta saña contra lo niños, a quien iban dirigidas sus películas, como Pinocho, que la vi cuando aún era los suficiente pequeño como para que me aterrorizara la historia contada en maravillosos dibujos, pero nunca superé los recovecos tramposos de un comportamiento alejado de mi mirada infantil.

Me reconcilié con el malvado Disney cuando ya era un mozalbete y disfruté con ese capricho fílmico llamado Fantasía, con Mickey oficiando de contador de historias musicales.

La Fantasía más inmediata que protagonizan ese trío sin partituras de los tres que cabalgan solos del Partido Socialista me provoca el mismo dolor que cuando visioné por vez primera Bambi. Al final, el amor todo lo redime y el bosque identifica al hombre, al ser humano, como único enemigo de quien lo habita. La historia, pese a ser contada en imagines, se repite.