¡Qué error, qué inmenso error!

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

23 may 2017 . Actualizado a las 08:29 h.

La grandeza de la democracia consiste en que no hay forma de condicionar el voto de nadie. Pocos actos hay más libres que el de escoger con garantía de anonimato qué papeleta queremos depositar en una urna. Ejercer el derecho al voto nos convierte por ello en únicos responsables de las consecuencias de nuestra elección. Establecida esta premisa, no hay nada tan falso como la máxima peronista de que «el pueblo nunca se equivoca». El pueblo se equivoca muchas veces. Y, afortunadamente, podrá seguir equivocándose muchas más. El acierto o el error en democracia es opinable. Y, a mi juicio, los militantes del PSOE que han devuelto el liderazgo a Pedro Sánchez han cometido un error. Un error inmenso que no solo ellos, sino la gran mayoría de los españoles, acabaremos pagando caro. 

Es obvio que ni Susana Díaz ni ese ejército de mediocridades autonómicas que han demostrado en esta campaña unas alarmantes carencias intelectuales eran el futuro del PSOE. Pero, con ella al frente, el partido estaría al menos en disposición de volver a ser algún día lo que fue. Algo que ya no será posible. La elección de Sánchez demuestra que el PSOE y sus militantes ya no son los mismos que contribuyeron a la concordia y a la reconstrucción de una España moralmente desguazada tras 40 años de dictadura. Aquel partido y aquellos afiliados no pueden ser los mismos que encumbran ahora a un líder obsesionado con devolvernos a las dos Españas con un impostado discurso guerracivilista. Es obvio que el PSOE que nació el pasado domingo no es, ni será ya nunca, el de Felipe González y el de tantos otros que contribuyeron a la vertebración del país.

Con la elección de un acreditado perdedor ayuno de principios como Sánchez, el PSOE camina hacia su desintegración como fuerza con vocación mayoritaria para convertirse en lo que nunca fue: socio y muleta del populismo radical que se refugia en la melancolía del perdedor, convencido de una falsa superioridad moral. Sigue así con paso firme la senda del laborismo británico y el socialismo francés, devorados tras rendirse ante la ola de populismo nihilista que cabalga a lomos de la crisis. El PSOE renuncia a ganar a la derecha y solo aspira ya a ser parte de un nuevo frente populista aliado con quienes ansían desmembrar la nación que los socialistas contribuyeron a forjar.

Nada me gustaría más que el que este artículo acabara constituyendo un error de juicio tan flagrante como aquel que, con el mismo título, escribió Ricardo de la Cierva en 1976 para cuestionar la elección de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno. Mi equivocación supondría que con Sánchez el PSOE vuelve a ser una alternativa de Gobierno de izquierda socialdemócrata. Pero, desgraciadamente, creo que, como entonces dijo De la Cierva de quienes escogieron a Suárez, los militantes socialistas que le han entregado el partido han actuado «como coordinadores de los miedos deshelados por la crisis económica en el corazón pequeñito de la gran izquierda española». Él dijo entonces la derecha, claro.