¿Vivir eternamente?

Jorge Mira Pérez
Jorge Mira EL MIRADOR DE LA CIENCIA

OPINIÓN

28 may 2017 . Actualizado a las 10:16 h.

La esperanza de vida en Europa pasó de los 45 años a principios del siglo XX a 80 años en la actualidad. La mejora del nivel de vida y el progreso de la medicina son los factores esenciales que explican esa espectacular subida. Surge entonces la pregunta clave: ¿seguirá aumentando a ritmo constante? 

Para responderla, se analizó la evolución del promedio de las edades de fallecimiento de las personas más viejas del mundo a lo largo del último siglo. La idea: si no hubiese límite para la duración de la vida humana, entonces debería observarse una subida constante en las edades de fallecimiento de los más viejos del lugar. En la década de 1940 esos récords de edad andaban por los 88 años de media (en mujeres, siempre mayor que en hombres). En 1950 se llegó a los 90 años. En la década de 1960 se produjo un aumento espectacular, llegando al umbral de los cien años en 1970. Pero a partir de ahí la subida empezó a detenerse. El número de supercentenarios (gente que vive más de cien años) se incrementó hasta mediados de la década de 1990, pero su edad máxima de fallecimiento se estabilizó en los 115 años. Ese tope no se ha superado desde entonces, y hasta parece haber bajado un poquito, como si esa cifra de 115 fuese un límite máximo natural, que no se supera aunque las condiciones de vida mejoren.

Ahora bien, ¿qué pasará si la ciencia consigue alterar nuestros genes? Al hacerlo con moscas y gusanos ya se consigue extender la duración de su vida. ¿Por qué habría de ser distinto con humanos?