Los socialistas gallegos pueden presumir de ser unos pioneros. Lo que ellos hicieron en los cónclaves del pasado fin de semana, apartando a los susanistas en Ourense, Lugo y Pontevedra para el Congreso Federal, lo vamos a ver en los próximos meses, a medida que se vaya asentando y coja confianza el pedrismo, en el resto de España. Lo que han hecho los gallegos no es más que un avance de las refriegas que vienen.
Porque todo eso de que hay que coser y todos con Pedro queda muy bien en la tele. Políticamente muy correcto. Pero no había más que ver la cara de Susana Díaz y la reacción de la forofada de Sánchez, la misma noche de las primarias, para saber que la guerra no ha hecho más que empezar y que eso de que el partido está por encima de todo queda estupendamente como eslogan, pero que es imposible de plasmar en acuerdos después de lo vivido.
En estos cónclaves provinciales se fijó la primera prueba de la unidad propugnada por Sánchez y Díaz y el examen sobre la resistencia de los susanistas y la generosidad de los pedristas. Y Galicia ha sido pionera, ocurrió en otras pocas provincias, en demostrar que la reconciliación es inviable.
Porque, por poner un ejemplo, de haber sido los resultados los contrarios, resulta imposible imaginar que los del Caballero sénior aceptaran integrar a los del Caballero joven. Y así con los Blanco, Vázquez y tantos otros que llevaron la situación al extremo de o Susana o el caos.
Han sido tantas las heridas que nadie se cree que esto vaya a acabar en un almuerzo de confraternidad. Ni los que hablan, es cierto que cada vez menos, de unidad y generosidad creen que las heridas se hayan cerrado. Y la primera muestra la tienen en Galicia, con las listas integradoras que no lo fueron. Los socialistas gallegos son los primeros en romper tópicos. Luego vendrán los demás. Hasta el despatarramiento general.