El desguace

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

03 jun 2017 . Actualizado a las 17:49 h.

Mirando una fotografía del viejo portaviones Príncipe de Asturias, que a punto está de iniciar su última singladura antes de convertirse en chatarra en un astillero turco, evoqué metafóricamente la mal llamada cuestión catalana, el desguace de una parte del Estado, la obsesión soberanista de una mayoría de la élite política de Cataluña, encubriendo con una gigantesca campaña de márketing, con un eficaz eslogan fundacional: «España nos roba», que caló en el núcleo duro independentista de la cultura profunda de payeses y botiguers, que todavía no han dejado colgada la boina que reivindicaba Pla, un ancestro cultural del pasado siglo. 

Estamos, como bien señala Marina Garcés, en el libro colectivo El gran retroceso, en un tiempo de extinciones en el que todo se acaba; acabamos la modernidad, la historia, las ideologías, las revoluciones… nuestro tiempo en definitiva es aquel en que todo se acaba, incluso el tiempo mismo, y abunda ?i?ek asegurando en un bonito giro hegeliano que cuando el capitalismo conquistó a su enemigo externo, tras la caída del muro de Berlín, y unificó el mundo, la división regresó al seno de su propio espacio. La cuestión catalana es hoy el gran problema de difícil solución en el corazón del viejo Estado español, incapaz de coger el toro por los cuernos, y no seguir insistiendo como en un mantra en aplicar únicamente la legalidad vigente, ese concepto difuso que se engloba en el mal llamado imperio de la ley.

Quid prodest?, ¿a quién beneficia?, pues la respuesta es taxativa: a nadie beneficia un modelo secesionista, tan improbable como descabellado, que aviva y enciende las bajas pasiones de una sociedad altamente infantilizada, que siguiendo el modelo obsoleto de una Padania italiana descolgada de la estructura estatal de Italia argumentando desde el norte lombardo lo que le cuesta mantener fiscalmente un sur que «les roba».

No existe el debate, el Gobierno de la nación tropieza reiteradamente con la misma piedra, ya no sirve ponerse permanentemente de perfil, o invocar la baraka, la buena suerte, edulcorada con un plan que incluya eliminar peajes y dotarla de una especial financiación, en una sociedad que tiene serios problemas de desempleo, de inversión localizada, de exclusión, y que ha intentado una fórmula de gestión pública populista, En Comú, basada en discursos asamblearios a la izquierda de Podemos, con una sociedad civil y política contaminada con el virus de la corrupción económica, y en un difícil callejón sin salida en la renovación del mandato público de lo que era el partido burgués de Convergència i Unió.

Y con estos y otros mimbres iniciamos el desguace de ese sólido portaviones llamado Cataluña, que todavía no tiene asignado astillero para convertirse en chatarra.