Secesión: ¡No es la democracia, estúpido!

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

09 jun 2017 . Actualizado a las 08:35 h.

Si no hay novedades en el plan previsto para la sublevación, el secesionismo nos obsequiará hoy con la gran primicia del proyecto ilegal y delictivo en el que los golpistas trabajan desde hace muchos meses bajo el chantaje del extremismo independentista de la CUP, el grupúsculo izquierdista que se ha adueñado de la política catalana: la pregunta que los sublevados piensan plantear en el referendo prometido y la fecha en la que pretenden que tenga lugar una consulta que, de celebrarse, supondría sencillamente la liquidación de nuestro Estado de derecho. 

Y el Estado de derecho no es una pijada o un prurito de juristas, sino la garantía que nos permite vivir, con seguridad jurídica, en paz y en libertad. Sin él, lo que queda es la ley de la selva, esa que domina los Estados fallidos de Asia y África donde nadie es capaz de hacer cumplir las leyes y donde, por tanto, la única existente es, en realidad, la del más fuerte.

En la campaña presidencial norteamericana de 1992 se hizo célebre una frase («Es la economía, estúpido») que aludía al tema de fondo sobre el que iban a decidir los electores. Ese ha sido el problema en España desde que el nacionalismo catalán se echó al monte independentista y luego a la sublevación golpista: que los defensores del Estado de derecho no hemos sido capaces de fijar con claridad de qué estamos discutiendo, de qué va de verdad este partido, para evitar ser abducidos por la inmensa patraña sobre la que los secesionistas han montado su campaña independentista.

Pues bien, este partido no va de democracia, no es un enfrentamiento entre los nacionalistas demócratas, que quieren dejar votar al pueblo, y los partidos nacionales y el Gobierno, que se niegan a que la gente vote porque son unos fascistas que odian las urnas y temen la voluntad popular. Tan formidable falsedad tiene, claro, la ventaja de que es fácil de vender, pues hay mucha gente desinformada y no poca políticamente acomplejada dispuesta a comprar un burro pintado de purasangre por el nacionalismo.

Este partido no va de democracia, pues quien pretende sacar las urnas a la calle sin poder hacerlo legalmente no es un demócrata: es un delincuente que desprecia la democracia y se cisca en la regla indispensable para legitimar las decisiones adoptadas en las urnas: que se vote de acuerdo con la ley. Y de acuerdo con la ley no puede votarse en Cataluña porque la Constitución prohíbe romper la unidad de España y otorga la competencia para convocar referendos al Estado y no a las autonomías. Y porque, por si ello no fuera suficiente, los tribunales competentes, interpretando la ley, han prohibido reiteradamente la consulta.

Esa es la realidad. Esa es la verdad. Y lo que cuentan los secesionistas es solo el tremebundo embuste de quienes están dispuestos a montar sobre él, si es necesario, un enfrentamiento civil que solo puede acabar, tras una colosal tragedia, en su derrota.