El monopatín

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

10 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi hijo mayor tenía en su adolescencia un monopatín que mimaba, cuidaba, engrasaba y aplicaba las más recientes novedades técnicas a aquella máquina de volar a ras de suelo. Tuvo los mejores rodamientos, los ejes más seguros. Subido a su plancha de madera y poliéster patinó por sus años adolescentes hasta que el monopatín se convirtió en una vieja referencia. Hace años que abandonó el hogar familiar y el monopatín debe de estar perdido por algún rincón del trastero. 

Mi hijo mayor tiene la misma edad, treinta y nueve años, en la frontera de los cuarenta, que tenía Ignacio Echevarría, y su carrera profesional corrió pareja a la del joven asesinado en Londres. La muerte del rapaz ferrolano es un poco la muerte de toda una generación de jóvenes responsables, formados en un catálogo de valores tradicionales presididos por la honestidad como norma suprema.

Mi hijo Moncho ya no monta en el monopatín, pero cada domingo patina con su calzado de patinar en línea como reivindicación de una técnica de cuando era un muchacho y el mundo estaba por descubrir.

Ignacio Echevarría murió empeñado en la defensa de una persona desvalida. De una mujer que estaba siendo apuñalada por el odio que asesina impune y aleatoriamente en nombre de un dios que es ajeno a las disputas de los hombres, ajeno a la guerra y al dolor.

Ignacio Echevarría fue asesinado cuando se enfrentó con la sinrazón y convirtió su monopatín de la infancia tardía en As Pontes o los veranos en Comillas en un instrumento de defensa para combatir el mal.

El monopatín rodó por la acera junto a la bicicleta que transportaba a Ignacio y de la que se bajó para convertirse en un héroe, dando una lección de valentía cívica que los padres de todos los nacidos cuando en España se estrenaba la democracia e inaugurábamos la transición, lloramos solidarios.

Ya no valen las lágrimas de cocodrilo, ni las velitas y mensajes a pie de acera para no olvidar. Tampoco nos resultan conveniente los paños calientes de medidas improvisadas, ni la ira matinal del café de la oficina, ni la xenofobia plural, porque está claro que el odio no se paga con odio y que la razón debe de imponerse para apuntalar las reglas de la democracia.

Ignacio Echevarría trabajaba en el origen del problema intentando descubrir y denunciar a aquellos que blanqueando capitales sientan la bases del terrorismo financiero que está en el origen del terrorismo asesino

No era, no ha sido, un héroe anónimo. Fue una persona, un joven de su tiempo, con nombres y apellidos, que sabía que socorrer al débil, que ayudar a levantase al abatido, al que sufre enfermedad o agresión, está en los viejos principios aprendidos. Cuando pasen unos días será solo olvido, pero cuando yo vea un monopatín bajo el brazo de un muchacho, o a quien sobre él desafíe la ley de la gravedad, tendré un recuerdo para un héroe civil, muerto en Londres por manos asesinas de fanáticos vehementes, y tendrá un lugar de privilegio en mis recuerdos. Honor y gloria a su memoria. Tenía la misma edad de mi hijo mayor y habían recorrido un camino parecido.