Censura a favor de Rajoy

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

13 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Don Pablo Iglesias Turrión juega hoy a presidente del Gobierno. No sé qué vestimenta usará, si se pondrá traje y corbata para estar a la altura o si preferirá mostrarse como aspirante en camisa, porque algo habrá que cambiar respecto a la casta y la trama. Será un pequeño detalle. Lo que promete don Pablo es no ser aburrido. Sabe que en esta moción de censura se la juega. Siente en su nuca el fantasma de Hernández Mancha, trasquilado en la moción contra Felipe González, y él quiere parecerse a Felipe, no a Mancha. Sabe que va a salir derrotado, pero intentará salir como presidenciable. Es decir, que la gente vea que no queda muy mal como presidente y que algún día se le podrá votar. Ese sería todo su éxito. 

Lo que podemos adivinar es que lleva un látigo de gran envergadura para justificar por qué se quiere cargar a Rajoy. Lo presentará como la encarnación de todos los males: de la corrupción (le repetirá que el PP es el partido más corrupto de Europa); de la desigualdad, porque ya se sabe que con Rajoy crece la economía, pero a costa de los pobres, que son más pobres, y en beneficio de la oligarquía, tejedora de la trama; del deterioro de unas instituciones minadas por el descrédito y solo Podemos las puede depurar; de la Justicia, de Cataluña, del peso internacional de España y, si me apuran, del descenso de calidad del juego de la selección nacional de fútbol.

Si don Pablo va por ese camino, que irá, le vaticino poco éxito. Y no porque le falte razón en bastantes cosas, sino porque Rajoy es demoledor cuando se lo propone, y creo que se lo va a proponer. Una moción de Podemos le da a Rajoy recursos para torear, montar la coña marinera y sobre todo, para poner sobre la mesa los datos que necesita para obtener alguna rentabilidad en votos de sus resultados de gestión. Cada crítica será una oportunidad de oro para que él pueda desgranar sus éxitos cuando quiera y cuanto quiera, porque el Gobierno puede pedir la palabra cuando le parezca pertinente.

Creo, por ello, que Rajoy está encantado con esta censura. No lo echará de la Moncloa y le dará una fantástica oportunidad para lucirse. Es incómodo que te llamen corrupto y resulta algo molesto que te identifiquen como jefe de una banda de ladrones. A casi nadie le gusta eso. Pero Rajoy, como los grandes inversores, ya lo tiene descontado. Su desafío de este día es hacer que las acusaciones se vuelvan contra el acusador envueltas en papel de ignorancia, que sus críticas sean un bumerán de populismo y que Iglesias le ayude echándole encima una montaña de catastrofismo. En eso se crece Rajoy. Peor lo tienen los socialistas que, en esa refriega, se quedan como el de la copla: ni con Pablo ni con Rajoy tienen sus penas remedio.