Una moción abocada al fracaso

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

13 jun 2017 . Actualizado a las 08:20 h.

La Constitución dice lo que dice, pero la experiencia indica que existen dos clases de mociones de censura. La que apuesta a caballo ganador: la presento porque he conformado una mayoría parlamentaria que garantiza su éxito. El debate, en este caso, tiene mucho de accesorio, ya que solo sirve para justificar el relevo al frente del gobierno municipal, autonómico o estatal. Y hay la moción que apuesta en el mercado de futuros: sé que voy a perder, pero aprovecho el escaparate para presentar mi modelo y ofrecerme como alternativa. Esta modalidad tiene riesgos. Puede generar suculentas plusvalías (Felipe González, 1980) pero también arruinar al inversor (Hernández Mancha, 1987). Serán los ciudadanos quienes, llegada la ocasión, dictaminen si compran o no el producto exhibido. A Felipe González se lo compraron a manos llenas, a Hernández Mancha le dieron con la puerta en las narices. 

La moción de censura de Podemos contra Rajoy pertenece al segundo género. Todo quisque sabía, desde el mismo día cero, que no tenía posibilidad alguna de prosperar. Era, por tanto, una moción-escaparate, un cebo para seducir a la nutrida clientela asqueada con el PP o desencantada con el PSOE. Estas son mis credenciales: somos la única izquierda que se opone a un partido y a un Gobierno carcomidos por la corrupción. No tumbaremos a Rajoy, pero le negamos al PSOE su carácter de alternativa, lo dejamos en evidencia y seguimos engordando a su costa.

Toda esa estrategia ha saltado por los aires. Podemos y sus afines perdieron media moción de censura en las primarias socialistas. La victoria de Susana Díaz les habría permitido acusar al PSOE de complicidad con el PP, pero el triunfo de Sánchez les desbarató la maniobra. Pablo Iglesias no logrará convencer a nadie de que el líder socialista está compinchado con Rajoy.

-Pero, ¿qué me dice usted? ¿Que Pedro Sánchez, al que echaron por defender tercamente el «no es no», el que marchó del Congreso para no apoyar la investidura de Rajoy, ahora come en el plato de este?

Existe además una grieta insalvable en la argumentación de Pablo Iglesias. Mariano Rajoy es hoy presidente por la confluencia de dos factores: la negativa de Podemos a apoyar el pacto PSOE-Ciudadanos y la abstención del PSOE en la sesión de investidura. En ambos casos, Pedro Sánchez fue víctima y no promotor. La oposición de Podemos le costó una presidencia y el mandato de la gestora se tradujo en el abandono de su escaño.

Tampoco Podemos mostró arrepentimiento alguno por aquella decisión. Al contrario, Iglesias sigue afirmando que nunca apoyarán una moción de censura formulada por el PSOE si el paquete incluye alguna dosis de Ciudadanos. Lo cual tendría lógica si fueran la política económica o la estructura territorial del Estado los asuntos que ocupasen el centro del escenario. Pero si el foco lo dirigimos hacia la regeneración de la vida pública y la lucha contra la corrupción, ¿prefieren ustedes que siga Mariano Rajoy antes que cederle un palmo de terreno a Albert Rivera? Explíquenlo.