Iglesias solo enamora a quien odia a España

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

15 jun 2017 . Actualizado a las 07:56 h.

La moción de censura constructiva, tal y como está concebida en la Constitución española, tiene un doble objetivo. Por una parte, derrocar al presidente del Gobierno haciendo que la Cámara le retire su confianza. Y por otra, reunir apoyos suficientes para que el candidato que la presenta se convierta en el nuevo jefe del Ejecutivo. Desde ese punto de vista, el fracaso de Pablo Iglesias ha sido total, absoluto e inapelable. El número de diputados que votaron en su contra (170) duplica de largo el de los que le apoyaron (82). Pero, más allá de la realidad incontestable de las cifras, la osadía incomprensible que representa el hecho de que quien ha quedado en tercera posición en las elecciones se proponga como presidente se salda con un rotundo fiasco político, que deja a Iglesias y a Podemos muy tocados de cara al futuro. 

Si lo que pretendía el líder morado era sacudirse el estigma de ser un antisistema, demostrar que tiene un proyecto de Gobierno realista y alternativo al del PP y convencer al resto de fuerzas de que está capacitado para llegar a acuerdos que le permitan ser el presidente de todos los españoles, consiguió todo lo contrario. De entrada, mal puede presidir España un grupo que para fijar su posición necesita que suban a la tribuna hasta cinco portavoces distintos, que defienden discursos diferentes y en muchos casos contradictorios. Pero es que los únicos partidos que le han dado su confianza a Iglesias y a sus socios de Compromís son precisamente aquellos que apuestan por destruir España: Bildu, heredera del brazo político de la organización terrorista ETA, y ERC, que quiere separarse cuanto antes de una España a la que odia. Extraña paradoja querer presidir una nación junto a aquellos que solo quieren liquidarla. Si hasta ayer la posibilidad de que Podemos acabe gobernando era una quimera, hoy es un imposible metafísico. Gracias a Iglesias sabemos a quiénes beneficiaría eso, por lo que la moción de censura no ha sido del todo inútil.

Los otros objetivos de Podemos eran, obviamente, debilitar a Mariano Rajoy, que sale sin embargo reforzado al demostrarse que no existe alternativa viable alguna a su Gobierno, y arrinconar al PSOE haciéndole pasar como aliado de Rajoy. Objetivo este último tan absurdo con Pedro Sánchez al frente de los socialistas, que hasta el propio Iglesias renunció finalmente a él. Aún así, el PSOE se ha equivocado al no votar en su contra. Abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy y abstenerse luego en la investidura de Pablo Iglesias es la mejor manera de que los ciudadanos empiecen a pensar que el PSOE se abstiene de España y de fijar posición en cualquier debate político que le afecte, incluido el referendo de independencia en Cataluña. Si lo que el PSOE pretende con su cándida abstención y su recogida del cínico guante que ayer le lanzó Iglesias es que algún día Podemos vote a favor de la investidura de Pedro Sánchez, puede abandonar toda esperanza. Iglesias tardará mucho en olvidar el espantoso ridículo que ha hecho, si es que lo consigue algún día, y se lo hará pagar.