La escucha como virtud

OPINIÓN

16 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Gritar y escuchar son dos formas opuestas de entender la vida. No solo la vida social y política, también la personal; es más, hay una retroalimentación entre ambas dimensiones. El ruido y los gritos son un rasgo definitorio de nuestra sociedad: se habla mucho y se escucha poco. No hace falta más que asomarse a uno de esos programas de las tardes de Telecinco o a uno de nuestros debates parlamentarios. 

Y, sin embargo, sin silencio interior, sin reposo exterior y sin escucha atenta de lo que el otro tiene que contarme, no hay estabilidad personal, crece la agresividad, aumenta el estrés y nos asomamos al precipicio del sinsentido y el vacío existencial. No resulta extraño que, en este contexto, estemos asistiendo a una psiquiatrización de la vida cotidiana y que el suicidio esté alcanzando máximos históricos.

Tendríamos que aprender a escucharnos más, a pasar de la agitación callejera y de la pragmática del gritar a la semántica del escuchar; la auténtica, claro, no ese sucedáneo que se refiere a la necesidad de escucharse solo a sí mismo o a quienes pueden ser aliados para conquistar cuota de poder. Escuchar es un arte, una virtud, y como tal, se aprende, se entrena; y una vez conseguida, hay que practicarla asiduamente porque de lo contrario se oxida, se debilita y termina perdiéndose. Nos iría bien a todos.

Otro día prometo hablarles de las conversaciones difíciles, que tienen mucho que ver con todo esto.